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Jacques Rancière – Las dos "resistencias" del arte
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Año 2009, 1
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Jacques Rancière – Las dos "resistencias" del arte

Revista Umělec 2009/1

01.01.2009

Karin Rolle | Teoría | en cs de es

La imagen del artista libre y rebelde que critica a la sociedad y la transforma ya no es creíble. El filósofo francés Jacques Rancière (*1940) se aferra al significado político, al sólido potencial del arte contemporáneo, y desarrolla una teoría que describe la resistencia del arte como un estado de tensión entre dos “resistencias“.
Las fotografías de Sophie Ristelhueber representan paisajes áridos. Calles y caminos cruzan sus fotografías. Atraviesan desiertos de roca, serpentean montañas o se adentran en valles boscosos. Recorren espacios y todos los caminos tienen algo en común: algo se interpone en ellos. Piedras, zanjas o cantos rodados bloquean el paso. Sophie Ristelhueber titula su serie WB: Westbank (Banco occidental). Se presentó en el Musée d’Art Moderne et Contemporain de Ginebra en 2005. Con este título, los imperceptibles montones de piedras interpuestos en el sendero se identifican con las barreras callejeras levantadas por el ejército israelí o por los colonos.
Jacques Rancière escoge las obras de Sophie Ristelhueber para describir el significado del arte de la resistencia. Ristelhueber despoja a los conjuntos naturales, compuestos con todo cuidado de su orden estético, al trasladarlos al contexto del conflicto de Oriente Próximo. Sus fotografías contienen un sutil mensaje político lejos de la llamativa propaganda. El lenguaje específico de la obra de Ristelhueber es su carácter pasajero, controvertido y ambiguo. Sus fotografías admiten varias interpretaciones: representan a la vez retratos de paisajes con una composición equilibrada y documentos políticos. Esta tensión es el vocabulario del arte de la resistencia que, según Jacques Rancière, debe reactivarse.
El siglo XX había negado al arte el estado de tensión entre lo estético y lo político. El Modernismo se perdió en el esteticismo y el arte se apartó del mundo. Más adelante, los totalitarismos de oriente y occidente utilizaron el arte para ilustrar ideologías políticas. Y también las democracias y su lógica mercantil lo instrumentalizaron, ofreciendo estrategias estéticas para comercializar mercancías. Los intentos de garantizar la autonomía del arte lo acercaban a la ética. Aludiendo indirectamente a Jean-François Lyotard, Rancière profundiza en explicación diciendo que el arte debe ponerse “al servicio de los demás”. El lenguaje estético se caracteriza por recordar las catástrofes del siglo XX.
Rancière considera estos tres movimientos –la retracción del arte en lo estético, el acercamiento del arte a lo político y la coexistencia de arte y ética– estrategias insuficientes. Tienen en común que describen el arte como alejamiento o como una fusión con la sociedad. Rancière considera insuficiente esta solución unilateral: el arte debe recuperar el potencial que le caracteriza potencial. Y Rancière lo ve en su ambigüedad, en la oscilación entre los distintos órdenes.
El arte de la resistencia significa la oscilación entre lo estético y lo político, tras el cual se ocultan, precisamente, dos “resistencias“. Rancière considera la palabra “resistencia” poco clara. Por una parte significa algo que dificulta el paso habitual y que debe sortearse como una piedra en el camino que hemos elegido. A la vez, “resistencia” puede significar lo contrario de la piedra pasiva. La lucha activa contra un orden establecido es una segunda interpretación de “resistencia”. Jacques Rancière argumenta que, al tantear ambos significados, el arte de la resistencia provoca un estado de tensión entre ambos. El arte es la simultaneidad de lo asincrónico; es la resistencia de la piedra (alejarse de la vida y refugiarse en lo estético) y la resistencia de la emancipación (la intervención del arte en lo político).
Rancière ancla su teoría en una tradición que parte del pensamiento de Immanuel Kant. En su Crítica de la razón Kant investiga el funcionamiento del arte en la percepción humana. Mientras que las cosas de la vida cotidiana son comprensibles, el arte provoca el desconcierto del observador. Escapa a la lógica de la nomenclatura clara y comprensible. El juego estético libre, así iniciado, se encuentra también en La educación estética del hombre, de Friedrich Schiller. En las teorías de Kant y Schiller, el arte apoya una libertad basada en los sentidos y en el pensamiento de todo individuo, que hace referencia a un entorno transformado. El nuevo entorno vital no cambia: se perpetúa hasta el infinito. El arte inaugura la visión de un final que todavía no existe. Según Rancière, es lo que diferencia al arte de una posición política activa.
El arte de resistencia habla un lenguaje ambiguo, cuyo mensaje admite una interpretación estética y política sin reflejarse de forma unilateral en un significado. Es a la vez la resistencia pasiva de la piedra y la resistencia activa de la emancipación. Esta tensión entre ambas “resistencias” caract eriza al arte de resistencia. Rancière afirma que “para que la resistencia del arte no desaparezca en su contrario, debe seguir siendo la tensión no resuelta entre dos resistencias”.

Jacques Rancière , Ist Kunst widerständig? Merve 2008, edición, traducción y entrevista de Frank Ruda y Jan Völker, 109 páginas, 8 Euro.




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