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Veo, oigo, ardo / Notas sobre las esculturas de Milan KuncRevista Umělec 2007/401.04.2007 Lenka Vítková | Entrevista | en cs de es |
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Milan Kunc vive desde hace tres años en Praga, en su residencia en Letná, pero no por ello es un artista praguense o checo. El extenso catálogo Milan Kunc - Obras 1973-2006, editado este año por la editorial Kant, recorre la creación de Kunc por sus lugares de trabajo: Düsseldof, Colonia, Los Ángeles, Nueva York, Milán, Roma, Toscana, Colonia, Schlosstal, Praga... Kunc es un artista mundial, quien ha sido exhibido también en Olomouc, y en otoño hizo una exposición selecta, en absoluto retrospectiva, en la Casa de Arte de Brno, llamada Zlatý věk (La Edad de Oro). La exposición de Brno representaba a Kunc en una instalación que recordaba una pinacoteca manierista, incluidos objetos de cerámica que se presentaban en salas transparentes y eran expuestos por vez primera en la República Checa. La organización pseudojerárquica de los cuadros en las paredes, formando pirámides, implicaba que lo representado tenía gran valor. Kunc había acabado involuntariamente en Occidente hacía años, llegado de un país marcado por las secuelas de la revolución comunista, al cierre de las fronteras durante su estancia en Italia , así que ya era de alguna manera escéptico respecto a todas las demás revoluciones, incluidas las artísticas. Reaccionó al minimalismo y el arte conceptual mediante el giro de la exageración manierista; a las metamorfosis alquimistas y al hartazgo visual, con una revolución instaurada por el grupo Normal (junto con Peter Angermann y Jan Knap).
En las obras de Milan Kunc a menudo se convierte en tema la misma plasticidad física de los objetos representados, seres y paisajes. Llega a las metamorfosis de las formas por su parecido exterior: un pecho reemplaza una pera; una bufanda que rodea el cuerpo de una chica, la carretera; una vid se ondula alrededor de un palo haciendo el signo del dólar. De aquí solo hay un paso a la forma tridimensional. Kunc llegó a la modelación a mediados de los años setenta durante sus estancia en la academia de Düsseldorf, donde estudió con Josef Beuys y Gerhard Richter. Descubrió con un compañero un taller de cerámica abandonado y empezaron a trabajar. Primero modelaba tartas y cosas parecidas, luego se lanzó a los zapatos femeninos. Hizo más de cien y los proveía de exóticos nombres de mujer. Los zapatos ya tienen todos los signos de sus posteriores trabajos en escultura: objetos íntimos que se sitúan en algún lugar entre la naturaleza muerta, el paisaje y la arquitectura, y que recuerdan templos en miniatura y animales de un bestiario. Luego, durante veinte años, Milan Kunc solo pintó. Entre los años 1995-1998, alcanzó condiciones favorables para trabajar la escultura en La Haya y creó allí una multitud de objetos, cuyo criterio está estrechamente relacionado con la estética de sus cuadros. Environments del tamaño de una tarta de boda con terracota vidriada muestran la materialización de lo inmaterial y la fijación de lo inconstante (una hoguera con personas de acampada, olas y la constante presencia de los elementos), desplazamientos en la escala, conexión libre de lo orgánico y lo inorgánico. Kunc en su creación parte de propuestas dibujadas que continuamente anota. Medita sobre el objeto como sobre una trampa para los ojos, sea una naturaleza muerta, un paisaje o una bandeja. Ha realizado también esculturas en lugares públicos y le gustaría volver a hacerlo. En la exposición de Brno, aparte de dibujos, había representados también objetos de vidrio. Si los manieristas fueran postmodernistas, en lugar de la metamorfosis se interesarían el reciclaje. Milan Kunc construyó un paisaje ideal a base de residuos publicitarios de la agrupación Grüne Punkt – Duales system Deutschland GmbH, en el 2000. El mundo está en constante movimiento, no deja de reciclarse, ideológica y materialmente. Kunc, como exiliado, adoptó una postura muy contraria respecto a los problemas ideológicos en el arte y el uso de los símbolos ideológicos. Como hoces, martillos, coca-colas y hamburguesas, que aparecen de las más diversas maneras; más que símbolos los consideraba señales. Con este enfoque integraba en su obra también objetos del mundo contemporáneo, como los móviles, los carros de la compra, la Unión Europa, los tetra-bricks y la cara seria de Buda. Aunque cambiaría con mucho gusto de sitio el estadio del Sparta, cerca de su domicilio, aún quiere ocuparse del fútbol, es un vestigio importante y el balón recuerda muchísimo al globo terráqueo. Boris Groys, en el texto El alegre postmoderno de Milan Kunc, diserta sobre cómo Kunc, en los Ciclos East Pop y Realismo penoso descubrió los mecanismos de legitimación en el arte. En los objetos, este proceso aún se intensifica, porque la representación tridimensional en sí misma enriquece los objetos y seres representados con las propiedades arcaicas del fetiche, el ídolo, la ofrenda, el modelo del mundo. El barro es el material del creador, como dice Milan Kunc, un material «existencial». Su obra recorre el tema del nacimiento, envejecimiento y muerte como última metamorfosis, de forma muy condensada por ejemplo en la escultura de un huevo del que sale a la luz una cara ya cadavérica. La constantemente recordada fugacidad de las cosas contrasta con el uso del material, que es uno de los más duraderos, pero también de los más abandonados. El artista como personalidad integradora atraviesa y recoge los indicios de la época, los diagnostica y los usa sin traumatizarlos de ninguna manera. Gracias a su actitud bien definida, su arte es resistente al tiempo, sin ignorar la época ni dejar de ser parte de ella. La Edad de Oro es ahora. He tomado prestado el título del cuadro de Milan Kunc Veo, oigo, ardo (Isla de soledad), 1999.
01.04.2007
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