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Año 2005, 3
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Revista Umělec 2005/3

01.03.2005

Jana Kalinová | Teoría | en cs de es

Barbora Klímová, Sliders
Atrio del palacio Pražákova, Moravská galerie, Brno;
Moravské námìstí, Brno. 17–6 — 28–8, 2005


Descripción de la situación: en la plaza Moravské námìstí de Brno se instalaron en las farolas (conforme a las instrucciones de Barbora Klímová), interruptores que reaccionaban al movimiento. Funcionaban en base con el mismo principio de encendido de la luz al acceder a una puerta de entrada o que sirven para marcar el territorio de propietarios o usuarios de superficies que forman parte de las vías públicas. El peatón casual o instruido que pasaba en las horas desde el atardecer hasta la madrugada por la plaza podía observar el apagagarse de algunas farolas por debajo de los que había pasado y su vuelta a encenderse, tardando aproximadamente un minuto, depués de alejarse del lugar. Como supe muy recientemente, esta situación duró una semana, tiempo máximo que pudo negociar con la municipalidad. Lamentablemente para mí, esto significó que perdí la oportunidad de vivirlo personalmente. Recojo la información siguiente del relato que me hizo el testigo presencial y comisario de la exposición Petr Ingerle, quien cruzó la plaza, se sentó en un banco del parque y observó el acontecer: por tres aceras entraron casi simultáneamente desde afuera avanzando hacia el surtidor en el parque tres grupos de paseantes. Antes de que llegaran al centro, casi en el mismo instante se apagaron las farolas bajo los que se encontraban. Los árboles circundaban el lugar y la oscuridad total duró un minuto. Cuando los grupos se juntaron en el surtidor, los faroles apagados volvieron a encenderse. Según el testigo, este efecto espectacular no provocó de inmediato ninguna reacción visible. Pero lo que no se ventila de inmediato, lo que aparentemente se olvida y se viene acumulando, en el futuro puede impactar en el sujeto que lo haya experimentado.
Durante mucho tiempo, Barbora Klímová caracterizaba sus últimos trabajos con la emotiva expresión de: “me gustan muchísimo”. Ya que esta apreciación, más que elogiar, descalifica, decidí justificar para mí y para vosotros, por qué es así. En el último medio año, siempre que topamos con Barbora, si bien casualmente y por un breve momento (pero con bastante frecuencia porque Brno es una ciudad peueña), siempre comentábamos las experiencias de los preparativos de la realización de nuestras presentaciones públicas. Asuntos técnicos. “Está la grúa, el electricista, las comunicaciones, la autorización de la obra, la autoridad del catastro.” Y las impresiones. Con peligrosa frecuencia solíamos empezar diciendo: “Originalmente, mi intención era…” Todas estas informaciones por parte de Barbora concernían sus intervenciones en el alumbrado público. Con antelación, yo nada sabía de la segunda parte de su trabajo, presentada en el Atrio del Pražákùv palác de la Moravská galeríe de Brno, ni ella ni los demás implicados facilitaban informaciones. Ignoro si se trató de una estrategia deliberada, pero si ese era el caso, fue eficaz. La parte exterior de la muestra existía antes de la realización, como una leyenda en versión oral. Para que echara raíces, faltaba realizarla. Y puesto que la realización solo se puede documentar en una foto de las farolas encendidas y otra de las farolas apagadas con el peatón casual a su pie al que casi no se ve, estaba condenada a la versión oral. Si bien el efecto podría captarse mejor en vídeo, una documentación real de la intervención quedaba impedida por las limitaciones de la técnica disponible y, en primer lugar, la propia autora se negó a este procedimiento. El efecto esencial que produce artificialmente por su intervención son los sentimientos mixtos de los transeúntes y las impresiones objetivas que normalmente quedan fuera del ámbito de la subjetividad. Los mismos sentimientos inducidos por la imperfección natural del alumbrado, que vivió en carne propia, la motivaron para provocarlos artificialmente. La reacción ante la defectuosidad (más típica del paisaje urbano en el que los sucesos dependen del factor humano en mayor grado que en el medio rural) es lo que considero como un factor fundamental que motiva para obtener un nivel estándar de las cualidades alcanzadas de la civilización.
El arte en el espacio público se torna cada vez más en publiciad de alguien o de algo en el interior de una galería (véase el ejemplo descorazonador de la infestación regular de la praguense plaza Václavské por objetos relacionados con las muestras de Gallery Art Factory). En el caso más soportable de “presentación pública”, el mensaje transmitido a los espectadores podría resumirse en un desesperado “quiero deciros que tengo algo que deciros”. Motivo por el cual aprecio los trabajos que no manejan el espacio público meramente como una superficie de exposición ampliada y más a la vista sino como un material, cuyas propiedades específicas empujan al autor a trabajarlo.
El segundo trabajo de Barbora fue una pared de cristales reflectantes que tapió el espacio del Atrio de forma que permitía el acceso tan solo un tercio del recinto. En este espacio reducido con el adicional reflejo de los visitantes en el cristal, en la inauguración la galería estuvo a tope. La exposición recordaba una cola frente al escaparate vacío de una tienda cerrada, con la última oferta de observar el reflejo propio en el cristal como si lo más importante fuera el espacio vacío detrás de los cristales.
En el curso de la inauguración me fijé en un visitante con auriculares en los oidos junto a un pequeño aparato de radio en una mesita en el rincón de la galería. No saboteaba el discurso, se dedicaba a la tercera parte de la exposición, a conversaciones con colaboradores de la web http://paranormal.about.com emitido por una radio pirata con un alcance de quinientos metros en torno a la galería. Los dialogantes describían sus experiencias relacionadas con el fenómeno denominado por sus colegas norteamericanos “SLIDers” (Street Lamp Interference). Se trata de situaciones en las que, están convencidos de ello, algunos individuos pueden interferir por su mera presencia el funcionamiento de aparatos basados en las ondas elecromagnéticas o causar la variación e incluso el corte total de la corriente eléctrica. Éste se manifestaría con más frecuencia por el apagón de una farola.




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