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Editorial 4-2007
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Año 2007, 4
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Editorial 4-2007

Revista Umělec 2007/4

01.04.2007

Ivan Mečl | Editorial | en cs de es

Todos queremos un SUV

Todos queremos un SUV
No se creó la Unión Europea para satisfacer intereses culturales regionales sino para el libre movimiento transfronterizo de la inversión. Serás una inversión no importando si posees un monedero lleno de dinero o una tarjeta de crédito con fondos ilimitados. Si eres ciudadano de la Unión Europea, se da por supuesto que tendrás eso último y puedes ir a donde te parezca. Aquí no queremos gente pobre y para eso hay en el oriente una cortina de acero. Pero no se le da ese nombre. Suena muy feo.
Los países se empobrecen, las corporaciones se enriquecen y, si lo ves por el ángulo correcto, no está nada mal. Da igual quién se hace rico mientras el enriquecimiento constituya el principio generalizado del funcionamiento. No sorprende que las empresas transnacionales asuman el rol de gerentes y sostenedoras de la cultura. Las corporaciones crean instituciones propias similares a ministerios. A menudo son blanco de críticas por no repartir el dinero de la misma manera —democrática e igualitaria— que las instituciones del Estado. No pueden ni quieren hacerlo. Aunque no lo parezcan, se trata de proyectos pragmáticos con obvios objetivos mercadotécnicnos, lo cual los hace más transparentes que sus parientes estatales. Las instituciones estatales son corruptas y carecen de sistema por no ser propiedad de nadie. En Europa del Este las nuevas instituciones privadas son las únicas dispuestas a remunerar bien a sus empleados; Sin embargo, no hay tantas como para poder sustentar a todos los intelectuales y artistas. Hasta que mejore la situación, no dejará de oírse la crítica procedente de estas filas peor nutridas, por muy perfecto que sea el programa de las iniciativas pudientes. Por otro lado, los ogros petroleros y telefónicos también maquinan algo y tal vez las cosas puedan mejorar.
Esperemos que estas redes culturales corporativas duren algo más que el programa de centros culturales de Soros. El colapso de éste a finales de los años 90 ahondó el escepticismo y, en lugar de la finalidad preconizada de enseñar a la cultura cómo podría ser independiente, la dejó parada con la mano tendida, mendigando. Es lo único que mejor se le da ahora. Quedó la impresión de que nada podía cambiar.
Quizá un solo reproche a los protagonistas de dichas iniciativas culturales. Presentar las actividades propias como eventual fuente de informaciones utilizables por el sector bancario es ingenuo pero también aterrador. De momento no queda muy claro qué inspiración obtienen los bancos de los intelectuales y artistas. Esperemos que el think tank* no nos venga con algo aun más alevoso que despojar al cliente también del dinero que todavía no tiene. Por supuesto, es un truco que puede seguir perfeccionándose durante mucho más tiempo. La abstracción de intereses, los créditos multimediales y los embargos conceptuales tal vez sean cosas por venir. A propósito ¿conocen a alguien en su entorno que tenga ahorros? ¿Recuerdan esa palabra?.
Llega el tiempo de la transformación de las pequeñas iniciativas flexibles en instituciones. Mucha veces relacionan su seguridad financiera con la libertad y la calidad. ¿Acaso pueden colocarse estos términos uno al lado del otro? Muchas veces se esgrime el argumento del desarrollo natural y del crecimiento, pero al utilizarse grandes espacios y gestionarse apoyos financieros a largo plazo hace falta planificar el programa con perspectiva de años por delante. Se pierde la posibilidad de reaccionar con rapidez frente a los cambios de la situación.
Faltará la libertad de decisión inmediata sin consulta previa del donador. Un elemento añadido a la estructura de la dependencia.
Muchas palabras afianzaron en los últimos años su peso y su posición en el vocabulario. Por ejemplo, tratamos de ser influyentes, defendemos los intereses comunes, mantenemos la estabilidad, reforzamos la seguridad y tratamos de mejorar la calidad en todo. Influyente es un grupo financiero, un lobbista pero
también un curador. Los gobiernos, los bancos pero también las revistas de arte y las bienales tienen intereses propios. ¡No somos unos aficionados! Hace falta estabilizarlo todo para que sea posible garantizar la provisión de finanzas para mejorar la calidad de nuestras actividades. Quien no lo entienda no tiene un concepto claro, un criterio constructivo y un enfoque innovador del trabajo y que se vaya a hacer otra cosa. Su lugar ya no está ni en el arte donde estos ablandahigos llevaban tiempo encubriéndose. Poco a poco codificaremos el underground y civilizaremos en arte naive para que no les quede otra cosa que la etiqueta de malos artistas. El arte es un sector como cualquier otro. Los productos malos siempre serán malos.
Todos los vocablos horripilantes del siglo pasado han perdido su valor. Los bancos proponen la libertad que aporta hipotecas y créditos. Si quieren ustedes ser independientes, cómprense un teléfono celular o procúrense el revolucionario internet baratísimo. Estas y muchas otras palabras han sido ridiculizadas, perdieron su significación o éste se vio notablemente dislocado.
Empléelas en una conversación seria y le tendrán por idiota. Acepten un crédito o una hipoteca y habrán perdido la libertad incluso por varias decenas de años, cuando no podrán moverse de su apartamento impagado, temblando de miedo a perder incluso el empleo más estúpido por tener que entregar al banco dos tercios del sueldo. Tal vez alcancen ser independientes cuando les desconecten el móvil y lleguen hasta la revolución, cliqueando por entre la maraña del spam y la publicidad.
No obstante, las significaciones como tales no se pueden destruir. Pero ¿dónde buscarlas?, ¿Se habrán trasladado a otros vocablos, habrán aparecido palabras nuevas o ya no damos nombre a estas significaciones por no necesitarlas?, ¿Pasamos de ellas por encontrarnos bastante holgados y cómodos, ¿Es una gran componenda aceptable?, ¿Hay alguien que viva fuera del alcance de este compromiso?, vamos montados en un soberano pesado coche SUV** Todo Terreno que, como todos los demás, se parece cada vez más a un blindado de invasión que a un automóvil civil. Es el diseño de la seguridad. Su peso es una metáfora de calidad. Levantamos una polvareda a través de la que podemos captar meramente fragmentos del entorno y retazos de argumentos. Corremos hacia delante para difundir nuestros intereses y potenciar nuestra independencia. Nos sentimos seguros y —quizá— incluso libres. Y creemos que todos vamos en ese coche.








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