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Revista Umělec 2008/2

01.02.2008

Ivan Mečl | Editorial | en cs de es

La exhibición del grupo activista, Guma Guar, en la galería municipal de praga fue dañada supuestamente por un grupo de iconoclastas desconocidos y su subsiguiente cierre estubo acompañado por teorías conspiratorias. Tras la decisión del encargado de la institución de cerrar prematuramente la exhibición sin consultar a los artistas, la escena artística Checa reaccionó de una manera que podríamos llamar atípica. Los artistas, cuyas obras estaban programadas para el espacio, rehusaron a seguir cooperando con la galería y no piensan realizar ningún proyecto nuevo allí. Este incidente fue la última gota que colmó un vaso lleno de desagradables obstrucciones que finalmente ha conducido a los artistas a tranquilizarse tras su juego institucional de tomar el té.
Las instituciones culturales post-revolución, no lograron ganar su confianza. En su mayor parte, son organizaciones sucesoras de los sobrevivientes centenarios de las fortalezas burocráticas que se distinguen entre sí únicamente por sus diferentes nombres y fachadas. Pero las nuevas fachadas todavía esconden el mismo pensamiento demagógico de sus predecesores. Sólo una parte de la terminología es diferente. Se encuentran muy cómodos con la administración feudal y no tienen ningún interés por implementar ningún mecanismo operacional democrático.
Estas organizaciones están paralizadas por una burocracia impenetrable, su contabilidad no es transparente, sus transacciones financieras y la manipulación de los recursos a los que tienen acceso se mantienen en absoluto secreto. Ésto es increíblemente conveniente para las estructuras dentro de sus muros y si pueden mantener las cosas así, no necesitan abrirse al mundo exterior ni considerar a nadie como a un socio.
¿Por qué toleramos la arrogancia y decadencia de plataformas cuyo cometido es representar al arte contemporáneo? ¿Por qué sufrimos de flojera mental entre aquellas personas que deberían aplicar principios y procedimientos complicados? ¿Realmente queremos estar asociados con estos actos desgraciados?.
Las más importantes instituciones estatales y municipales de la Europa del Este no contribuyen a los proyectos de exhibición de artistas jóvenes. Proporcionan fondos únicamente para muy pocos favoritos y prefieren gastar sus presupuestos en sí mismos. A pesar de esto, se aprovechan de los artistas y de los encargados de museos o galerías de arte externos para inyectar vida nueva a sus agotadas almas. Una obscura cirugía plástica les permite chupar las arcas públicas hasta vaciarlas y ahora también se apropian de los programas de patrocinio internacional. Estas instituciones pagan a expertos que les ayudan a obtener divisas de fondos tanto públicos como privados. Sus rostros, en los que se dibujan muecas provocadas por las solicitudes de apoyo financiero para los proyectos planeados no cambian. Después de todo, no hay presupuesto para las exhibiciones que ellos mismos ordenaron en un esfuerzo para mejorar sus imágenes espectrales. A pesar de esto, todavía se muerden los labios y pagan de su propio bolsillo las exhibiciones, o se apoyan en amigos o patrocinadores que ellos mismos se encargan de conseguir. Las figuras clave en estas instituciones culturales se han aferrado a sus posiciones durante ya casi veinte años. Siempre que alguno de ellos ha sido obligado a renunciar, casi seguramente ha sido el resultado de sus mutuos conciliábulos. Dudo que alguien recuerde a una persona de fuera de este círculo dirigiendo estas instituciones. Las rotaciones esporádicas de la misma gente en los mismos puestos nos hace sentir aún como si camináramos sobre arenas movedizas.
Fuera de sus comidas de negocios y sus presentaciones mediáticas no se comunican con el público, hablan con nosotros mediante mordiscos-sonoros espolvoreados en los medios y a través de boletines de prensa que parece fueron escritos para estudiantes de secundaria. Todo copeteado por sus directores culturales con su comportamiento arrogante, similar al de los distribuidores de cocaína. Disfrutan de sus costosas limusinas, del lujo y la opulencia. Funcionan en perversa simbiosis con los partidos políticos gobernantes o con la mafia financiera.
Cuando los franceses Jerome Sans y Nicolas Bourriaud organizaron el proyecto para el Palais de Tokio en Paris, al final de los años noventa, incluyeron una cláusula que permitía a los directores del proyecto permanecer durante cuatro años, dentro del contrato. El Palais de Tokio se convirtió, inmediatamente tras su inauguración, en uno de los lugares más importantes del mundo para el arte contemporáneo. A pesar de esto, ambos se marcharon tras cuatro años, para ser reemplazados por sus críticos y sus oponentes. En nuestro contexto, eso suena a cuento de hadas. Esperaríamos puestos de director vitalicio en agradecimiento a los servicios prestados.
Dadas las posibilidades financieras de las propias instituciones o en conexión con los editores de códices artísticos para regalo, los estantes de las librerías están contaminados con publicaciones caras que describen la historia del arte como una serie de sus actividades, así como aquellas que les son favoritas, o como memoirs de sus genios favoritos. Será muy difícil corregir lo que ha pasado en la última década. Todo el periodo del desarrollo artístico después de 1989 está envuelto por sus actividades institucionales y por la publicación de sus opiniones, si les permitiéramos hacerlo, tratarían de cambiar los puntos de vista sobre la historia cultural antes de esa fecha en beneficio propio.
Fuera de esto, la gente exhibe en condiciones desesperadas donde en realidad no hay presupuestos y no tiene sentido calcular los costos. Evidentemente, los activistas menos conocidos no pueden permitirse el lujo de alquilar expertos en obtener fondos. Los textos de las mentes independientes –de importancia fundamental- han regresado a las páginas de las dispersas publicaciones alternativas y a sus esporádicas impresiones. Ésto es bueno, así el producto es más auténtico que aquél que los oficiales hacen circular bajo los cielos rasos de las altas bóvedas de los salones. Tienen ya demasiadas preocupaciones con el efectivo que han acumulado y las posibilidades que les suponen esos fondos, como para tener tiempo e interesarse en la calidad de las obras o en el sentido del arte mostrado.
Pelear contra las instituciones es una pérdida de tiempo; debemos únicamente expresar nuestra más sincera pena.
Sentimos piedad por todos aquellos que desperdiciaron sus vidas en sillas de oficina bajo un ritmo constante para mantener las citas programadas. Algunas veces podemos apiadarnos de las víctimas de los conciliábulos entre ellos mismos. Pero no nos convirtamos en parte de su juego porque tenemos muy poco tiempo para eso. Las ganancias de esos juegos bien planeados son tan seguras como las de un administrador de casino fronterizo. El juego significa comprometerse, negar las opiniones y principios propios y no es posible caminar continuamente sobre la raya entre el Sí y el No. No nos dejemos atraer por los cantos de sirena de las instituciones corruptas e hipócritas que criticamos a escondidas. Decidamos Sí o No, puesto que de otra manera tomamos parte de su hipocresía y corrupción. Quizá el rechazo y aislamiento colectivo de la vieja guardia sean el primer paso para la creación de otros verdaderamente independientes, democráticos y abiertos.

Hasta que los propios rechazados se conviertan en arte, al menos son interesantes.






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