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Fútbol para la paz en Kosovo
Revista Umělec
Año 2009, 1
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Fútbol para la paz en Kosovo

Revista Umělec 2009/1

01.01.2009

Christoph Witoszynskyj, Clemens Forschi | kosovo | en cs de es

En el documental “Peace Kicking Mission” (Misión de paz a golpe de balón) cinco periodistas y aficionados al fútbol austriacos consiguen unir en el terreno de juego a personas que lucharon en bandos contrarios en el encarnizado conflicto de Kosovo: albaneses y serbios juegan juntos. La película deja testimonio de la insólita misión de paz en un país sumido en una profunda crisis. Las imágenes hablan por sí solas.

Prístina, 11 de mayo de 2008. El "Manchester United" se enfrenta al "Chelsea" sobre un terreno algo deteriorado. Esta “jaula de asfalto” en el centro de la capital kosovar se hace llamar “Te Fontana”, y unos doscientos curiosos presencian un partido de primera aunque el equipo no esté en primera división. Los equipos participan en la competición “Peace Kicking Mission”, organizada por periodistas austriacos que recorren el país y se sirven del fútbol para romper barreras étnicas y fomentar el acercamiento entre albaneses y serbios. Y lo hacen con un deporte universal que tiene idénticas reglas en todas las culturas y no entiende de diferencias lingüísticas. Estos días el Manchester United está integrado por los empleados del Hotel Begolli, el “punto de apoyo” de los misioneros de la paz a golpe de balón. El Chelsea está formado por estudiantes del “Club de cine”, sus camisetas originales son del mercado de la lado. Cinco euros el uniforme.

Campo de fútbol en lugar de campo de batalla
La película “Peace Kicking Mission” documenta la gira de los futbolistas aficionados por Kosovo, que termina con un torneo entre amos del balón de las distintas etnias del país. Durante dos semanas, Clemens Foschi, Thomas Haunschmid, Peter Waldenberger, Monika Kalcsics y Peter Lerch, más o menos con el balón debajo del brazo, recorren Kosovo. El punto álgido es el “Turnir Futbolli”, con todos los equipos que han encontrado los futbolistas de la paz: albanokosovares y serbios juegan al fútbol, juntos y enfrentados cambian el campo de batalla por el campo de fútbol. “Llegamos aquí con un planteamiento muy inocente, todos habíamos visto en nuestros viajes que es muy fácil conocer gente gracias al fútbol, poco importa dónde: en la India, en Mali o Brasil”, dice Clemens Foschi. Los futbolistas se desplazan de un pueblo a otro en un microbús, acompañados de un equipo de cámaras de la Misión de paz a golpe de balón: buscan compañeros de equipo y los invitan al torneo de Prístina. Los impulsa una idea: “El fútbol es un lugar en el que se resuelven roces o problemas. En el campo de juego, según las reglas, las agresiones se canalizan, puede haber conflictos pero y el fútbol sirve como medio para solucionarlos en el plano deportivo”, cuenta Foschi.

El fútbol como herramienta comunicativa
Con un diario en imágenes, la Misión de paz a golpe de balón nos hace partícipes de la hospitalidad y amabilidad de los kosovares. Nos muestra las contrariedades y ambivalencias que prevalecen tras años de conflicto, y también la belleza sencilla del país que la cámara capta sin caer en la estética artificial de la pobreza y la destrucción. “Queríamos transmitir cómo sentimos el conflicto. Da la sensación de que el país es relativamente normal, y apenas queda rastro del problema”, afirma Foschi al describir las tomas.
Los “misioneros” no tienen una ruta de viaje concreta, se dejan guiar por los lugareños de un campo de fútbol a otro. Un vistazo al argumento: cada día un lugar distinto, un partido distinto. “Comenzamos justo en la frontera: allí jugamos con unos cuantos empleados de la aduana, en un campo de fútbol a unos trescientos metros de las casetas de control”, cuenta Foschi, describiendo lo fácil que le resulta encontrar compañeros de juego, aunque vayan de uniforme y armados.

“Fraternidad y unidad”
Con la búsqueda de un escenario adecuado para el gran torneo final, la película nos lleva a Prístina. Los modernos edificios administrativos de las organizaciones internacionales sugieren modernidad y prosperidad en la capital, pero la realidad de los ciudadanos es muy distinta: caminando entre edificios derruidos y abandonados, llegamos a los cafés y tiendas de los callejones más apartados. Allí, en las zonas residenciales y de comercios, late el corazón de Prístina: se compra y se vende todo lo permitido y lo prohibido, se bebe, se celebran fiestas, se baila. Como es natural, se juega al fútbol, los chicos del “Café Prístina” son buenos goleadores y ganan la final.
Unos días antes, recorriendo el interior del país, la “Misión de paz a golpe de balón” se encuentra con Hamid Kadriu, que pidió asilo en Alemania durante la guerra y jugó en la liga regional de fútbol de Baviera. Habla de su vida después de la guerra: su hermano sufre un trauma y no puede trabajar, su familia está desperdigada por todos los rincones y sólo él tiene un oficio. Con los doscientos euros al mes que gana en los innumerables andamios de la ciudad sobreviven él y los suyos. ¿Acabarán las obras algún día? Los goleadores de la paz juegan un partidito con unos chicos en un prado de vacas, uno de ellos creció en Alemania donde huyó su familia antes de la guerra. Por último, los misioneros del balón llegan a Istog; les espera el director del centro juvenil Luan Hasanaj. “Trescientos jóvenes de la región se reúnen aquí, casi todos albaneses, pero también egipcios, bosnios, serbios”, dice el trabajador social. “¿Los serbios van a participar en el torneo?” Hasanaj no oculta su escepticismo, pero acompaña a la “Misión de paz a golpe de balón” a Crkolez, un pueblo habitado por serbios. Allí los campesinos también están locos por el fútbol. Durante el partido se van tomando confianza, y en el tercer tiempo brindan con aguardiente por la nueva amistad: “fraternidad y unidad”, bromean Radenko, el serbio kosovar, y Luan, el albanokosovar, al recordar la Yugoslavia unida de la época de Tito, y deciden viajar juntos al torneo. No es algo común entre albaneses y serbios. En febrero de 2008, la república de Kosovo, bajo la administración provisional de las Naciones Unidas, se declaró independiente. El gobierno serbio de Belgrado no lo aceptó. Después de tantos años de guerra la presencia de 16.000 soldados de las KFOR no es un sinónimo de paz.

Un juego con fronteras
La violencia se nota sobre todo en el norte, donde se encuentra la mayoría de la población Serbia. El punto más conflictivo es la ciudad de Mitrovica. Allí, el río Ibar separa el norte serbio del sur kosovar, la misión de paz futbolística se topa con las fronteras. El torneo de fútbol por la paz de Prístina no es la única convocatoria del 11 de Mayo de 2008: también hay elecciones al parlamento en Serbia, y los habitantes de Kosovo han sido convocados. Una provocación para la joven república, que en la actualidad goza del reconocimiento de 43 estados. Ni la ONU ni la UE impiden que los serbios acudan a las urnas en territorio kosovar; se limitan a garantizar la seguridad. Los soldados de las KFOR no son los únicos que están nerviosos: los jugadores serbios del equipo de aficionados de Mitrovica norte también tienen sus motivos para perder la calma, en el último momento, rompen su promesa original de participar en el torneo por la paz: “el equipo no puede asistir por defunción”, dice el portavoz el día del torneo. Los organizadores de la “Misión de paz a golpe de balón” no saben si creérselo. ¿Será que los serbios corren demasiado peligro si participan, teniendo en cuenta la tensa situación política el día de las elecciones? La película refleja este fracaso, que le confiere cierta autenticidad. Al fin y al cabo, el fútbol tampoco une tanto a las personas. Aún así es todo un logro que ocho equipos de todo el país jueguen en el torneo: “una cosa es el deporte y otra la política”, afirma Luan, el trabajador social, que sigue conversando con los jugadores serbios de Crkolez. También su capitán, Radenko, se alegra de jugar con los kosovares sin que importen los grupos étnicos: “no está mal jugar al fútbol con los albaneses, pasamos el rato“.


KOSOVO NUEVE AÑOS DESPUÉS DEL FINAL DE LA GUERRA

Kosovo es una pequeña región en el centro de los Balcanes. Al contrario que Croacia o Bosnia, no tiene nada que ofrecer a los turistas europeos, por lo que resulta fácil borrarlo de la conciencia colectiva. Pocas veces es noticia este rincón del mundo; como mucho se menciona cuando unos soldados austriacos son atacados en Prizren, cuando un primer ministro, como Ramush Haradinaj, es acusado de crímenes en La Haya, o cuando se publica una estadística afirmando que el 80% del comercio de la heroína que llega a Europa pasa por aquí.

MINUK, KFOR, EULEX
16 meses después de una guerra que se saldó con unas mil víctimas, la resolución 1244, en vigor desde 1999, establece que Kosovo se encuentra bajo la tutela de las Naciones Unidas. La situación es complicada: dos estados reivindican un territorio de unos 11.000 kilómetros cuadrados y 2,1 millones de habitantes. La MINUK (Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas en Kosovo) se estableció con el fin de crear y reforzar instituciones democráticas de autogobierno con independencia administrativa. Es el mayor despliegue de fuerzas en la historia de las Naciones Unidas. Administración, policía, justicia, aduanas, economía: todo está subordinado al gobierno internacional.
En junio de 2008 la autoridad de las Naciones Unidas se transfiere a la UE. 2.200 jueces funcionarios de aduanas, fiscales y policías forman EULEX (misión de la Unión Europea para Kosovo). Hasta el momento, Rusia y Serbia consideran ilegal la misión de la UE, supeditada a las Naciones Unidas y cuestionable desde el punto de vista del derecho internacional.
A ella se suman unos 16.000 soldados de KFOR, de 37 naciones diferentes, que velan por el cumplimiento del acuerdo de paz y evitan abusos ocasionados por los conflictos étnicos. Puesto que Kosovo no cuenta con un ejército propio, sus habitantes están conformes con la presencia de las tropas.

Serbios y albaneses
El 88% de los kosovares son albaneses, el 7% serbio, y el 5% restante lo constituyen turcos, bosnios, romaníes, ashkali etc. Desde los años ochenta, el porcentaje de población serbia es cada vez menor: se sienten rechazados en una región que representa la cuna de la nación serbia. En 1389, los turcos derrotaron a los serbios en la batalla de Kosovo, en el campo de los Mirlos (Kosovo polje). Hoy en día se considera un hito histórico para la identidad serbia. El discurso del Campo de los Mirlos que pronunció Slobodan Milosevic con motivo de los seiscientos años de la batalla, el 28 de junio de 1989, se interpreta como un primer paso hacia la guerra de Yugoslavia.
Han transcurrido casi diez años desde la guerra, la mayor parte de la población serbia vive en el noroeste del país y boicotea la independencia o la pertenencia a Kosovo. Se convocan elecciones en Serbia, y los funcionarios de las escuelas y la administración cobran doble sueldo. Pocos serbios viven en el resto del país, pero la mayoría están relativamente bien integrados en sus aldeas y ciudades. La constitución que dicta la administración de las Naciones Unidas otorga amplios derechos a las minorías para ganarse la aceptación de los serbios con respecto a la independencia de Kosovo.

Perspectivas económicas
Kosovo, con un crecimiento económico mínimo y una tasa de desempleo superior al 40%, se enfrenta a un problema con difícil solución: cada vez hay más jóvenes en una región improductiva. En el siglo XX el número de habitantes se ha triplicado y Kosovo no exporta absolutamente nada, aparte de chatarra.
Se calcula que, en los últimos diez años, la comunidad internacional ha gastado en Kosovo treinta y tres mil millones de euros, lo que equivale a unos 1.750 euros por habitante al año. A pesar de ello, casi la mitad de la población vive con menos de tres euros al día. La mayoría de los hogares reciben apoyo económico de algún familiar que trabaja en el extranjero.
Cada año, unos treinta mil jóvenes se suman al mercado laboral de la provincia: cinco veces más de lo que la economía podría asumir. Por este motivo, el gobierno de Pristina exige tener acceso al mercado laboral de la UE a través de programas de intercambio en sectores concretos.

Independencia no equivale a autodeterminación
El 18 de febrero de 2008 Kosovo se declaró independiente, y tres meses más tarde se convocaron elecciones al parlamento. Tres días antes de la votación, Vetëvendosje (“Autodeterminación”) organiza una protesta contra los comicios en la capital, Pristina. En el centro de la ciudad, los manifestantes descargan sacos de basura de un camión y los arrojan contra la central de la MINUK: se quejan de la tutela de las organizaciones internacionales.
Los únicos candidatos que se presentaban eran marionetas de la administración de la MINUK-UE-OSCE, como Albin Kurti, jefe del grupo de la oposición, que rechaza la tutela de la MINUK. En lugar de la una administración dominada por la UE; muchos kosovares abogan por la adhesión a la UE de un Kosovo autodeterminado.
En muchas paredes de Pristina se lee la palabra Vetëvendosje o insultos a la MINUK y EULEX. Los expertos de las organizaciones internacionales recorren el país en jeeps blancos y emplean contenedores, que se corresponden con la multiplicidad de lo habitual en el país. Los expertos de las organizaciones internacionales recorren el país en jeeps blancos y cobran salarios muy superiores a lo habitual en este lugar. La población está enterada, y lo toleraría si progresaran las obras de reconstrucción de infraestructuras o la lucha contra el desempleo y la corrupción. Pero a la vista de las calles devastadas y cortes de luz casi diarios, a pesar de las inversiones de mil millones de euros para sanear la gran central térmica, el trabajo de los expertos internacionales despierta cada vez menos simpatías. Según un estudio del Instituto de Política Europea de Berlín, la comunidad internacional y sus representantes son, en gran medida, responsables del alarmante aumento de estructuras mafiosas en Kosovo. Su apoyo abierto a los actores político criminales ha restado credibilidad a las instituciones internacionales.
Tras años de incertidumbre con respecto a su estatus, Kosovo es ahora independiente. La euforia inicial ha desaparecido. Aunque sea incapaz de sobrevivir sin el apoyo de la comunidad internacional, los kosovares quieren gobernar y administrar su país por sí mismos.




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