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HÉCTOR FALCÓN  ¿Una masculinidad plástica?
Revista Umělec
Año 2007, 4
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HÉCTOR FALCÓN ¿Una masculinidad plástica?

Revista Umělec 2007/4

01.04.2007

Irving Domínguez | Crítica | en cs de es

UNA CONSTRUCCIÓN DE LO MASCULINO
Resonancias de 49: Metabolismo Alterado


People where / I come from / they survive without feelings or blood / I never could / was stoned to death / but I'm still living
Morrissey, He cried

En un artículo previo (Domínguez: 2005) analicé la documentación fotográfica del performance 49: Metabolismo Alterado de Héctor Falcón(1), el cual fascinó durante los años 2000 y 2001 a los diversos sectores del periodismo cultural en México(2). Además de los registros mencionados, el artista elaboró sus propias representaciones de la acción: una serie de pintura, otra de gráfica, una más de escultura, complementadas con dibujos y la presentación del diario – bitácora del proyecto. Mi elección por el registro fotográfico no fue casual, entre el conjunto de imágenes relacionadas con el performance los polípticos que mostraban el vertiginoso desarrollo muscular del artista acompañaron un buen número de reseñas, entrevistas y notas críticas hasta convertirse en el testimonio por excelencia de su transformación física.
49: Metabolismo Alterado fue concebido como un ejercicio de crítica hacia el uso ideológico de la belleza corporal en el mundo occidental, donde operan coordinadamente representaciones específicas de la juventud, el desempeño físico y la salud que impregnan todos los ámbitos de la comunicación y la cultura popular. Sin embargo, el proyecto no logró su objetivo... .A pesar de la radical transformación de Héctor Falcón ofrecida como obra de arte, las representaciones artísticas a través de las cuales se objetivó el cambio resultaron insuficientes para cuestionar los estereotipos relacionados con la belleza física. Incluso la serie de escultura dedicada a la representación de secuelas fisiológicas que el proceso dejó en órganos específicos del artista resultó un conjunto de sutiles abstracciones, un eufemismo de sus efectos colaterales. Pero la audiencia terminaría por conocer la angustia de quien había operado el cambio sobre sí:
“Resultó más pesado de lo que yo creía. Transformar mi cuerpo en siete semanas consumiendo esteroides, realizando ejercicio aeróbico y levantamiento de pesas sometido a una dieta militar (documentando todo el proceso a través de fotografías, diarios y video(3)) me dejé sin dinero y con una depresión cabroncísima.” “Puta... ¿y voy a vivir?, ¿y cuánto? Todas las preguntas que el ser puede hacerse durante toda su vida me llegaron juntas. ¿Y Tuve miedo? Siempre. Cada vez tuve más miedo, todas las noches tenía miedo.” (López: 2000, 1) “Yo sabía de los riesgos. Tomé un par de medicinas anticáncer. Me salió una bola en la nalga que no se me va a quitar” (Mac Masters: 2001, 1).
Durante el desarrollo del performance su ejecutante experimentó dislocaciones tanto fisiológicas como perceptuales, las cuales afectaron las relaciones sociales establecidas en su contextoinmediato pero también las sostenidas con el público interesado en los resultados del proyecto. Si los colaboradores y amistades fueron testigos de los cambios psicológicos y emocionales del artista, Héctor Falcón verificó el cambio en el trato social que hasta entonces había recibido como personaje público: la atención por “el atleta” desplazó el interés sobre “el artista”. En varias conversaciones sostenidas con Falcón para la realización de mi primer texto de análisis sobre 49: Metabolismo Alterado, él me compartió algunas de las reacciones suscitadas por su nuevo aspecto físico: desde el acoso sexual, incluyendo eventuales ofertas de pago, hasta la presión de algunos varones para obligarlo a revelar dónde había obtenido alguna de las sustancias ilegales empleadas con el fin de imitar sus espectaculares resultados.
Para el autor estos comentarios evidenciaban el fracaso de su propuesta, para quien escribe estas líneas subrayaban una dislocación particular: la estrecha relación entre masa muscular y la definición de la identidad masculina contemporánea (Drummond: 2003). Inicialmente había relacionado la cuestión muscular con la práctica del físicoculturismo (Domínguez: 2005, 2), una actividad “deportiva” que le permite a un grupo definido de varones ,deportistas o no, articular un discurso pragmático, performativo y misógino, (es decir, que “libera” a quienes lo practican de características o atributos feminizantes). Aunque la participación ideológica de Héctor Falcón en el ámbito social de los fisicoculturistas fue mínima, no fue menos significativa, pues la incursión le permitió apropiarse de su retórica visual, diseñada para alimentar cierta fantasía de impenetrabilidad del cuerpo masculino en contraste con un discurso pragmático, performativo, de significación pobre o nula (Ian: 1996).
Según Murray Drummond, la plenitud muscular es la meta por excelencia del varón contemporáneo, un proceso de perfeccionamiento continuo en sincronía con el porcentaje de grasa en el cuerpo y el ajuste individual hacia las representaciones publicitarias del cuerpo viril. En todo caso, se establece una equivalencia entre apariencia dominante, fuerza física y masculinidad indiscutible. Las fotografías de 49: Metabolismo Alterado resultarían una adecuada objetivación de cierta fórmula estructurada sobre elementos tan dispares y heterogéneos: Cada una de las imágenes del desarrollo muscular dramatiza el estado actual del cuerpo al momento de la toma y obliga a compararlo con el resto de las fotografías que por contigüidad forman un panel. La lectura del conjunto oscila entre la afirmación del cambio corporal y la transparencia del proceso. Deliberadamente ha quedado fuera del registro cualquier indicador de cansancio o dolor. Incluso lo relativo al entrenamiento en el gimnasio y el desgaste que implicó fueron mostrados en representaciones gráficas y pictóricas antes que en fotografías.
El ciclorama rojo, cuya tonalidad recuerda el color y textura de la sangre, no permite que la mirada se distraiga, amplificando el esfuerzo físico. Fotografiado de frente, de espaldas (protegido por unos boxers que impiden cualquier definición de sus nalgas o genitales), con los bíceps contraídos o los brazos relajados, el cuerpo se va transformando de manera precipitada en una superficie reflejante sobre la cual se verifica la densidad de su propia constitución. Los paneles correspondientes al desarrollo de los bíceps muestran a un Héctor Falcón fascinado por esa solidez progresiva, mientras el registro de la espalda abandona el cuerpo a la mirada del espectador. Durante el registro de la acción es notoria la caída del cabello y la depilación del vello corporal, elementos perturbadores en este nuevo cuerpo. De permanecer afectarían, por sus connotaciones sensuales, la dureza obtenida.
El fotógrafo encargado de registrar el performance fue Mauricio Alejo, mejor conocido por explorar las relaciones entre objetos, luz y fotografía, elaborando imágenes cada vez más abstractas resultado de investigaciones con la forma, la escala y la representación del espacio en soportes bidimensionales. Quizá por ello lo eligió, para ser representado como un objeto, un objeto fálico(4). Sin cabello, depilado, con todos los músculos perfectamente delineados, Héctor Falcón se muestra amenazador, podría agredirnos pero se contenta con sugerir la posibilidad de hacerlo, como si la misión de todo hombre viril fuera la interpretación de su propia fuerza en lugar de manifestarla. Condición de la masculinidad contemporánea, el ser masculino se ofrece como la única opción ante la imposibilidad de hacerse masculino, privilegio reservado a los obreros, operadores de maquinaria pesada, los integrantes de cuerpos de seguridad o rescate y los atletas, por supuesto (Conell: 1983, citado por Drummond).
Esta caracterización de la virilidad como un desempeño constante recuerda lo que Judith Butler ha establecido sobre las identidades de género:
“El género no debe interpretarse como una identidad estable o un lugar donde se asiente la capacidad de acción y desde donde resulten diversos actos, sino más bien, como una identidad débilmente constituida en el tiempo, instituida en un espacio exterior mediante una repetición estilizada de actos. El efecto del género se produce mediante la estilización del cuerpo y, por lo tanto, debe entenderse como la manera mundana en que los diversos tipos de gestos, movimientos y estilos corporales constituyen la ilusión de un yo con género constante.” (Butler: 2001, 171 y 172)
La puesta en escena de Héctor Falcón como atleta y la disonancia que esto provoca respecto de su condición pública como artista revela dicha inestabilidad. Como varón ha transitado de una interpretación de la masculinidad a otra, instalándose brevemente en una experiencia corporal y de género ajena a los procesos creativos y reflexivos (o al menos, eso dictan los estereotipos). Parecería un abandono de los procesos racionales/subjetivos con el fin de obtener resultados tangibles con beneficios inmediatos sancionados por otros varones, al menos en los espacios cotidianos donde esa masculinidad recién obtenida tendría aplicaciones prácticas pero también simbólicas y políticas (véase Bourdieu: 2000, 45 – 54). Pero Héctor Falcón decidió regresar a la experiencia masculina ligada a su vida de artista.
Desde una posición pragmática esto significaría un gran error, un "suicidio político", porque se abandonan las posibilidades de herramienta de coerción que ésa condición física adquirida posibilita. Sin embargo, Falcón ya habría experimentado las ventajas de una experiencia intensa de lo social a través de la mera apariencia física: en su época de estudiante universitario se había desempeñado como modelo profesional, realizando pasarelas y sesiones fotográficas. Héctor sabía de antemano sobre los asuntos relativos a la estética corporal, sujetos a constantes evaluaciones que siguen estándares relativamente homogéneos. La belleza física es siempre mensurable, volumétrica y perceptivamente, como lo evaluado es el cuerpo en sí, se eclipsa la arbitrariedad de los distintos procesos de modificación corporal que facilitan la concordancia entre ciertos individuos y aquellos estándares específicos hacia los cuales pueden responder de manera efectiva. Esta opacidad es vital para generar un marcado contraste entre la etapa inicial del cambio y su resultado final, condición similar al proceso de manipulación corporal a través del físicoculturismo.
El tránsito por distintas experiencias de lo masculino, de modelo profesional a artista visual y luego a físicoculturista para regresar a la condición de artista, le ha permitido a Héctor Falcón señalar los usos que ciertos conceptos estéticos reciben en el ámbito de la industria cosmética y del deporte. Siete años después de 49: Metabolismo Alterado Falcón ha mantenido un vivo interés en las técnicas de modificación del aspecto corporal con fines cosméticos aplicadas en su cuerpo de un modo arbitrario o absurdo. La serie Registros vitales (2001 – 2003), la cual puede considerarse una extensión del performance mencionado, está conformada por un conjunto de acciones sobre el cuerpo del artista que “desvían” prácticas regulares del arreglo personal (rasurado, corte y teñido del cabello) en combinación con técnicas cada vez más agresivas como el tatuaje o el bronceado inducido, hasta marcarse la cara interior del brazo izquierdo con un hierro candente (Pain). A través de ellas Falcón ha obviado el grado de manipulación ejercido sobre el cuerpo humano y el género masculino en función de una experiencia de lo bello en el estado actual de la cultural occidental. No es casual que las muestras individuales realizadas entre los años 2002 y 2006 se identifiquen con el nombre del artista, pues el cuerpo del autor sigue experimentando nuevas transformaciones, algunas efímeras, otras permanentes.
Falcón ha integrado en estas revisiones sobre la belleza el cuerpo de la mujer. En todo caso, se ha encargado de subvertir el sentido cosmético de algunos de sus adornos corporales para realizar experiencias estéticas donde las participantes son obligadas a permanecer inmóviles por un cierto lapso de tiempo, provocando esculturas efímeras y a la vez evidenciar la carga misógina de estos “accesorios de la feminidad”. Link (Japón, 2002) Lo demuestra con una fuerte carga lúdica: un grupo de colegialas japoneses aceptan unir sus cuerpos a través de las aplicaciones de piercing que llevan consigo. La cadena humana es fruto de un orden caprichoso, cuerpos son encadenados a partir de los apéndicescolocados según la volutad de quien los usa en el área que eligió para ello. Para Eleganza (Ciudad de México, 2003) el artista reclutó modelos profesionales quienes aceptaron ser unidas entre sí mediante uñas postizas estilizadas para la ocasión. En esta pieza quedan de manifiesto las imposiciones ejercidas sobre las participantes y sus cuerpos al perseguir un efecto cosmético intenso, situación regular en la industria de la moda pero hasta hace poco explorada por el arte contemporáneo. Es tentador establecer nexos entre esta pieza y los performances seriados de Vanessa Beecroft pero mientras las participantes de sus acciones quedan bajo el resguardo de una institución o la distancia física, Héctor Falcón las deja expuestas ante un público escéptico, indiferente, en el peor de los casos irresponsable.
Y, acaso es inevitable la vulnerabilidad física del individuo cuando decide “embellecerse”?, qué tipo transgresiones operan sobre la identidad de género durante el proceso de cambio?, se trata de una alteración reversible o permanente?, es posible atisbar una respuesta si se analizan los procesos médicos ligados a la cirugía plástica? En su exposición individual correspondiente al 2006 presentada por la Galería Enrique Guerrero en la Ciudad de México, Héctor Falcón reunió un conjunto de representaciones visuales clínicas que el artista realizó ex profeso aprovechando nuevas tecnologías médicas para el diagnóstico de enfermedades y demás trastornos fisiológicos. La exploración de sus posibilidades estéticas, tanto bidimensionales como tridimensionales, revela cuán frágil es la construcción de la identidad individual al ser abstraída por la medicina, fragmentada y objetivada de nueva cuenta en reproducciones cuyo grado de abstracción sólo es inteligible para un grupo de profesionales dedicados a resolver un reto médico específico.
En un esfuerzo por recuperar el contexto mínimo de la personalidad de cualquier individuo a través de su cuerpo, Héctor Falcón juega con los huecos y protuberancias irrenunciables que conforman la economía clínica. Es el caso de Aliento (2006), donde una tomografía reproduce el momento en el cual infla sus mejillas mientras contiene aire en su boca. La pieza continúa en un vaciado tridimensional que materializa esta ampliación interna por un mero juego de elasticidad orgánica, magnificando un acto intrascendente gracias a un avance de la ciencia médica. Operación consciente, estas piezas contrastan con la ensoñación artificial que produce la anestesia en los rostros de pacientes a punto de ser intervenidos para una cirugía facial y registrados fotográficamente (Waiting, 2006). El resto de la exposición impedía al espectador olvidar la materialidad en tránsito que implican las cirugías “estéticas”. He ahí el racimo de implantes de seno en silicón o la grasa del artista extraída para rellenar la palabra Self tallada sobre madera.
La obra de Orlan se ofrece cual referencia obligada al recorrer cada una de las piezas de Falcón pero la experiencia de género incide como un hacha, marca una dirección al someter a juicio constante el trabajo del varón artista y del artista ocupado, por no decir obsesionado, con su virilidad, con su representación. Y, no es acaso la masculinidad una operación incesante a través de la cual se busca demostrar la infalibilidad de quien intenta resolverla? No es el fracaso uno de los factores determinantes de la virilidad, es decir, no es lo importante sobreponerse al error y triunfar sobre él?, y para qué, hasta dónde? “Éste que ves, engaño colorido, (…) / es cauteloso engaño del sentido; (…)” diría nuestra querida Sor Juana Inés de la Cruz.

En la Ciudad de México a 11 de mayo del 2007, año del “destape chilango”, Centro Histórico








Referencias:
Proyectos artísticos de Héctor Falcón (hasta 2005):
http://www.hectorfalcon.com.
Currículum actualizado y obra reciente en:
http://www.galeriaenriqueguerrero.com/artistas/f_hectorfalcon/
a_porthfalcon/porthfalcon.htm.
Pierre Bourdieu, La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2000.
Judith Butler, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, México, Paidós, 2001.
José Miguel Cortés, “Héroes caídos. Masculinidad y representación” en José Miguel Cortés (editor) Héroes caídos. Masculinidad y representación, Espai d’Art Contemporani de Castelló/Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, 2002.
Irving Domínguez, Héctor Falcón y su Metabolismo Alterado: una construcción de lo masculino en Fisura. Revista de arte y literatura, número 4 (versión electrónica), sección Miradas: http://www.revistafisura.com/4a-10-1.html, en línea desde octubre del 2005 (texto en español).
Murray Drummond, Men‘s bodies and the meaning of masculinity en Masculinities: Gender, Art and Popular Culture, The Ian Potter Museum of Art – The University of Melbourne (memorias digitales del Simposio 2003):
http://www.art-museum.unimelb.edu.au/events_transcripts.aspx?type=Symposium&typetitle=Masculinities:%20Gender,%20Art%20and%20Popular%20Culture.
Marcia Ian, “When is a body not a body? When it’s a building” en Joel Sanders (editor) Stud. Architectures of masculinity, Nueva York, Princeton Architectural Press, 1996.
María Luisa López, Metabolismo Alterado, entrevista con Héctor Falcón en Milenio Diario, 24 de junio del 2000, tomado de la trascripción disponible en hectorfalcon.com
Jeffrey Weeks, “Héroes caídos? Todo sobre los hombres” en José Miguel Cortés (curador) Héroes caídos. Masculinidad y representación, Espai d’Art Contemporani de Castelló/Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, 2002.

Pies de página
(1) Héctor Falcón (1973, Culiacán) egresó de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda (inba) como artista visual. Desde 1998 su obra se ha exhibido principalmente en Japón, Estados Unidos y España a través de muestras colectivas. Entre sus exhibiciones individuales recientes se hallan Héctor Falcón en la Galería Enrique Guerrero (Ciudad de México, 2006) y Pimp my crash, intervención a una agencia distribuidora de automóviles Renault (Ciudad de México, 2005).
(2) Los canales de difusión aprovechados por el artista fueron los diarios, la televisión, programas de radio, publicaciones periódicas y sobre todo la prensa electrónica.
(3) La documentación en video nunca se ha exhibido, con excepción de un pequeño fragmento incluido en la serie de televisión sobre arte contemporáneo La caja negra (Once TV, México). El tema del programa donde se incluyó 49: Metabolismo Alterado fue el de Belleza.
(4) Aunque el propio Héctor Falcón me comentó que la iluminación utilizada en las sesiones fotográficas nunca fue satisfactoria para los estándares de Mauricio Alejo, quien tuvo que ceñirse a la petición de Falcón de utilizar una iluminación improvisada.




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