Cuando el 8 de agosto de 2008 mi avión aterrizó en Ruzyne, el aeropuerto de Praga, mis amigos de todas partes empezaron a llamarme preguntándome dónde estaba. Volvía de Georgia el día en que allí estalló una guerra. Una guerra de cinco días que completó la lista de “las guerras más cortas del mundo” o “conflictos bélicos relámpago del siglo XXI” – la definición depende de la diferencia que se pueda encontrar entre una guerra y un conflicto bélico. A pesar de lo “relámpago” que era, al cabo de dos semanas de su finalización, en Moscú aparecieron libros llenos de colores sobre la historia del conflicto que relataban cómo la malvada Georgia año tras año practicaba el genocidio de los osetas, hasta que los justos rusos pusieron fin a los abusos. Puede que así sea, ya que la historia siempre es contradictoria. Sin embargo, los libros editados con tanta velocidad y tantas ilustraciones, huelen a propaganda. Sea como sea, mientras que mi avión se alejaba e iba dejando atrás mis queridos Cáucaso, Rusia, Moscú y demás matices geopolíticos, los aviones georgianos se estaban dirigiendo a bombardear Osetia del Sur, y los rusos, más tarde, a Georgia. Me decían que había tenido suerte, mientras que yo estaba pensando desesperadamente en cómo había estado intentado cambiar el billete, cosa que no había conseguido, y en que debería estar allí aquellos días. No podía decir exactamente qué iba a cambiar mi presencia, pero simplemente no podía seguir viviendo como si no hubiera guerra. Todo empezó cuando en la tienda moscovita “Falanster” vi una revista rara que se titulaba “El arte de la guerra”. Compré todos los números y me puse a leer, por trocitos, ya que no podía digerir un arte así. Chicos en carros blindados, cabezas vendadas, barro, sangre, extremidades amputadas, niños atormentados y desesperación. Un conjunto típico para ilustrar el absurdo de cualquier guerra. Al mismo tiempo Konstantin Rubakhin, uno de nuestros autores, propuso publicar una serie de fotografías de Chechenia. Las fotos parecían llenas de vigor, en como queriendo decir: la vida de paz está recobrando normalidad. La gente está vendiendo chocolatinas Mars, Snickers y omnipresentes plátanos, va al fútbol, apoya a su equipo favorito con caras alegres, mujeres con pañuelos tapándoles la cara barren calles machacadas por bombardeos. Alrededor de casas destrozadas está saliendo nueva hierba verde. Sí, la hierba crece siempre. Yo no quería ser hierba, quería entender y encontrar “mi verdad”. Quería entender cómo había empezado todo aquello, y cómo personas que habían vivido juntas durante décadas, de repente empezaron a matarse. En mi cabeza no había demasiadas ideas sobre el arte, pero sí necesitaba entender por qué existían aquellas miradas vacías y una anciana muerta por un fragmento de misil, tumbada en el suelo, con su bolsa, de la que asomaba una barra de pan. Al parecer, venía de hacer la compra. De repente empezó el bombardeo y ahora ya está en el apartado “el arte de la guerra”. ARMENIA: ALTO KARABAKH Mi visita al Cáucaso empezó en Armenia, donde en 1988 se desató un conflicto etnopolítico en torno a la región del Alto Karabakh que más tarde desembocaría en la guerra de Karabakh. Fue entre 1991 y 1994, entre los armenios y azeríes por el territorio que hasta hoy día sigue siendo una república no reconocida. Dicho conflicto resultó ser una especie de catalizador y motor para conflictos posteriores. (Excluyendo en cierto modo a Chechenia, donde los bidones con “gasolina” del lugar hablan por sí solos). En Armenia vi la belleza austera de paisajes y gentes, hospitalidad sincera e infinita y ningún indicio de agresión, sin hablar ni siquiera de xenofobia. Se alegran de “tener” el Alto Karabakh y Shusha. Algunos aún se acuerdan de los desastres de la guerra y de los terribles tiempos, cuando el país se vio en un aislamiento absoluto. Sin embargo, nadie habla de “los malvados azeríes”, sino de personas temerarias e insensatas que empezaron aquella locura sangrienta. Poco queda del arte del Alto Karabakh de aquel período, la época de la guerra. Rubén Arevshatyan comenta: “No estábamos para arte. Algunos simplemente no llegaron a nuestros tiempos”. Como, por ejemplo, el artista Alexander Melkonyan (Sasha). Alexander Melkonyan nació en 1952 en la tercera generación de una familia de militares. Al seguir el típico camino de un artista soviético (La Unión de Artistas, participación en exposiciones tanto locales, como a nivel de la Unión Soviética), en 1988 Sasha se incorporó al Movimiento Nacional del Karabakh. En 1989 encabezó la Escuela de rescate (“la escuela de caballeros”) “Aspet”, que, una vez que empezó la guerra, se convirtió en un Grupo especial de entrenamiento y consulta “Aspet”. Dicho grupo realizaba tareas secretas en “territorio enemigo”, es decir, en Azerbaiyán en el Alto Karabakh, pero sufrió una herida contusa y presentó su dimisión en 1994, poco antes del final de la guerra. Entre 1995 y 2000 participó de forma activa en exposiciones, entre las cuales figuran el proyecto armenio-austríaco “Realidades paralelas” (Ereván, 2000) y “Manifesta 3” en Eslovenia. En 2001 fue invitado a Trieste (Italia) con su proyecto “La casa del hombre y la mujer”. Fragmento de un artículo de Rubén Arevshatyan: “Su retorno al panorama artístico en 1995 marcó el comienzo de un nuevo período creativo muy intenso. En sus acciones e instalaciones el artista acentuó el aspecto dramático del enfoque del arte local en estetismo y filosofía de un indivíduo frustrado por presiones ideológicas y sociales. Especificó su arte como arte militar, ya que además del tema principal de su obra, siguió estrictamente los conceptos y principios estructurales del “arte de la guerra”. Pero la diferencia radical entre su arte y el “arte de la guerra” consistía en la desviación de la atención desde la representación esquemática del arte en general hacia los objetos y participantes del sistema que están presos de un arrebato irracional. Esta dramática y contradictoria correlación entre la unidad y el conjunto continuó en su columna de abrigos de 8 metros de altura “Infantería Real”, en la instalación “El Lugar del nacimiento y la tumba del gran vikingo”, “Mimetismo”, en acciones “Objeto supermóvil” , etc. (Ruben Arevshatyan. El espíritu apaciguado de belicosidad: sobre Alexander Melkonyan. Springerin – 2/2002). Alexander Melkonyan murió en febrero de 2002 a la edad de 49 años. Además, la guerra produjo una serie de vídeos patrióticos donde los soldados con caras valientes van a defender la patria al son de canciones nacionales armenias. La mayoría fueron creadas en los primeros años del siglo XXI, z youtube va a satisfacer su curiosidad. Especialmente recomendado para personas románticas. GEORGIA: OSETIA DEL SUR De Armenia fui a Georgia. Allí en Tiflis vi los patios más multinacionales que se puedan imaginar. La casa donde me alojé era muy pobre, nada de las buenas apariencias que caracterizan al pueblo armenio. En el portal de aquella casa estaban viviendo georgianos, ingusetios, armenios, azeríes, chechenos, osetas y rusos. En los tiempos alarmantes se limitaron a quitar las tablas con sus nombres de las puertas, para que fuera imposible entender quién era quien y siguieron conviviendo y ayudándose mutuamente. Todos ellos hablan todos los idiomas y cantan con una polifonía encantadora. Los patios están especialmente animados al final de la tarde cuando ya no hace calor y la gente sale a la calle. Los patios de Tskhinvali eran exactamente así antes del 8 de agosto. No tengo nada que decir sobre aquella guerra. Nadie entendía nada. Se hablaba de un complot de los EEUU, de la Rusia-agresora, del loco de Saakashvili. Ya el 9 de agosto en Internet aparecieron muchas fotos. Las primeras en aparecer fueron las más desgarradoras y terribles, y luego llegaron a ser las más conocidas de todas produciendo una ola de discusión sobre si eran verdaderas o falsificadas. Se trata de las obras de Gleb Garanich y Georg Abdaladze http://drugoi.livejournal.com/2691106.html#cutid1 A los participantes de los debates, sobre todo les gustaba comentar lo ridículo que desde su punto de vista se veía uno u otro cadáver o herido. Algo así como: antes aquí estaba una botella de plástico, y ahora ¿dónde se ha metido? O bien: “Un niño sucio posa empeñadamente al lado de una anciana que ya había estado en tres sitios más. En la cuarta foto un niño con una pierna gravemente herida la mantiene alzada y dobla la rodilla. ¡NO ME LO CREO! Pero los occidentalistas estúpidos sí lo creerán. Es divertido ver que en la segunda foto el cadáver está agarrándose a la mujer que lo transporta.” http://npest.moy.su/forum/42-340-1 (17.08.2009 - SOBRE BBC, REYTERS, CNN Y DEMÁS RTVi) Aquí: http://listopad.livejournal.com/254813.html (Dmitry Bushuev) los participantes de los debates abordan los momentos que más les hayan escandalizado en fotos, en su opinión, trucadas de Georg Abdaladze. “De repente, en la primera foto en el espacio de un metro cuadrado aparece un cirujano con la máscara bajada, -evidentemente, no es un enfermero de “urgencias médicas”-, y una enfermera con un traje almidonado. Fijaos, ¡en el mismo metro cuadrado para hacer bulto aparece un tercer actor! ¿Por qué en las dos fotos aparece un georgiano postrado, al parecer, muerto, pero en sitios y posturas diferentes? En cuanto a la segunda toma de la segunda foto, cualquier ama de casa podría descubrir el truco. En el espacio de un metro cuadrado caben ya dos soldados llevando a un niño herido con una expresión indiferente (¡vaya estado de shock!) mientras que la plañidera ya se había apartado tranquilamente y, al parecer, se está preparando para la cuarta toma. Además, el soldado a la derecha está parado, mientras que el otro ya está corriendo”. ¿Hay algo de verdad aquí? Sin duda alguna, algo hay de arte, ya que la gente discute con entusiasmo de dónde sale una u otra pierna y no quiere creer que la sangre no es tinta, sino sangre, y que las casas destrozadas no son parte del decorado. Y que es difícil decir cómo debe ser la cara de alguien en estado de shock, y si uno ha de expresar su sufrimiento de forma efusiva o bien apática. Al parecer, si alguien hubiera salido en la foto con una sonrisa torcida y loca, los participantes de la discusión se alegrarían mucho. La situación se desarrolló hasta llegar a ser cómica. La indignación de los bloggers rusos era tan grande que empezaron a clamar por una censura en Internet para frenar opiniones y datos antirrusos deliberadamente falsos. http://newsru.com/russia/10aug2008/livejournal.html MIENTRAS TANTO EN OSETIA... Krig42 – Dmitry Steshin http://krig42.livejournal.com/2008/08/15/ Para los que hablan de un Tskhinvali poco destrozado: les comunico que he gastado como treinta rollos de película y he hecho algo así como una excursión virtual por Tskhinvali. He recorrido la ciudad de arriba abajo sin parar de sacar fotos de sótanos donde moría gente. De cómo en una huerta estaban desenterrando a una mujer con dos hijos. De un coche donde habían quemado a dos niños. De sótanos mal olientes del hospital de la ciudad. Creo que os van a impresionar estas fotos. Cuando vuelva, voy a colgar en Internet las fotos de cadáveres hinchados y de la pierna quemada de un tanquista georgiano. A MODO DE CONCLUSIÓN Al escoger las fotos, al principio de Chechenia, una compañera me preguntó que qué tenían de especial. Agregó que cada ciudad después de una guerra se ve más o menos igual. Luego escogí las de Tskhinvali, donde vemos ruinas carbonizadas parecidas, y algunas se pueden comparar con las secuelas del terremoto que vi en Gyumri (una ciudad en Armenia que antes se llamaba Leninakan). Pensaba que, bueno, - nada de trágico -, una mirada romántica siempre capta un bello paisaje, un horizonte como fondo para los escombros. Luego estuve viendo fotos de muertos. Muchos y diversos cadáveres que han llegado a ese estado de varias formas. Pensaba en qué tiene de especial, pues somos una revista de arte. No se diferencian para nada los cadáveres de Osetia de los cadáveres de Chechenia o Gaza. Son los mismos: mucha sangre, mucha deformidad y mucho sufrimiento. Nada de arte, sólamente pura verdad de la vida. Pensaba que quién habría inventado el término “el arte de la guerra” y qué es lo que supone. ¿Fotos de casas destrozadas? ¿Cuerpos mutilados y reflexiones del artista sobre el tema? No lo sé. Y sigo sin saberlo. … En vísperas de la guerra fui a Batumi, de donde, presa de ilusiones apolíticas raras pensaba trasladarme hasta Sujumi (Abjasia), y de allí al Cáucaso del Norte: Chechenia, Ingushetia y luego de nuevo al sur a través de Dagestán hacia Azerbaiyán. En aquel entonces, mis ideas sobre la guerra eran muy literarias. Ahora, suprimidas por la cantidad de información, quiero volver allí. No sé qué es lo que va a cambiar, si en nuestra revista va a aparecer el apartado permanente “El arte de la guerra”. Sólo sé que no puedo seguir siendo alegre hierba verde que siempre vuelve a crecer.
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