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Esto siempre será bello
Revista Umělec
Año 2005, 3
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Esto siempre será bello

Revista Umělec 2005/3

01.03.2005

Jiří Ptáček | Teoría | en cs de es

Vladimír Skrepl, a. m. 180, Praha, 1. 4. – 15. 4. 2005

“El colectivo independiente de creación y promoción” a.m. 180 se dedica por un lado a la producción musical, y por el otro, organiza exposiciones de arte. Para cada una de sus actividades se propone reglas específicas. Prácticamente invita a músicos del mundo entero que saben lo que es DIY y por eso aceptan honorarios inferiores a los occidentales. En la galería del club Utopía exhiben exclusivamente plásticos del “ámbito checo-eslovaco”. A pesar del gran entusiasmo que los mantiene unidos, el colectivo de a.m. 180 sabe que todo lo paga con recursos propios. Y también sabe calcular que muestras más onerosas no tardarían en agotar los fondos

Es por eso que sorprende que el programa de la galería mantenga tanto tiempo su carácter excepcional. Desde el invierno pasado estuvieron aquí, por ejemplo Marek Meduna, Matìj Smetana, Jiří Kovanda, Ivan Vosecký, Vladimír Skrepl, Milan Salák o Jan Kotík. Todos los mencionados presentaron proyectos especialmente preparados que superan la media. A los artistas plásticos del país les gusta exhibir en la galería a.m. 180. La galería generacional de los artistas plásticos más jóvenes pasa a ser poco a poco una piedra de toque. Quien quede mal, será criticado por el entorno más cercano. De pronto parece no importar que los medios no escriban mucho sobre la muestra. La voz corre.
En los últimos años empezó a rumorearse que a Vladimír Skrepl las cosas no le salían tan bien como antes. Me sorprendió. Uno de los rasgos de su actividad plástica es que, de tiempo en tiempo, se niega a sí mismo. Por eso no entendía muy bien de qué relación entre “antes” y “ahora” se hablaba. Observaba la confusión del público ante el hecho de que Skrepl llevaba tiempo dedicándose a la pintura. Algunos dedujeron de ello argumentos para sus pronósticos de un renacimiento de la pintura checa (sin que Skrepl hubiera aparecido en las recientes muestras de pintura). Otros tacharon a Skrepl de formalista y de estar sujeto a tendencias extranjeras no especificadas.
Estos argumentos pocas veces llegaron más allá del ámbito de artístas plásticos e intelectuales, y el trabajo de Skrepl nunca fue tema de reflexión cabal, en la mayoría de casos, por culpa de los teóricos que muchas veces le tienen miedo, porque saben perfectamente que Skrepl le dedica mucha atención al arte y a la teoría. Se supone, con cierta parcialidad, que solamente un contrincante dotado del mismo nivel de preparación podría jugar con él una partida intelectual en términos de igualdad. En mi opinión, Skrepl no teme a esa partida, y como semiólogo de la imagen, centra su esfuerzo en crear corredores comunicativos.
También por eso era bueno ir a ver su muestra en a.m. 180.

Es bueno ensuciar la pintura
No cabe duda de que, en el curso de los años 90, Skrepl se movía con más libertad entre los medios. Dibujaba, pintaba, instalaba los cuadros junto con objetos de tela o plástico. Después de algunas exposiciones importantes en el año 2001 (Galerie Václava Špály o Galerie Jelení) se centró en la pintura. No tardó en desviarse del estilo que le había llevado al apogeo. Durante visitas a su estudio en los años 2003-04 pude comprobar que había desaparecido la combinación libre y asociativa de signos. Skrepl empezó a analizar minuciosamente la constitución de los cuadros. Como si no quisiera dejarse derrotar por la pintura. Fingía gestos expresivos como indicadores predilectos de arrebato creador, y acumulaba combinaciones inconvenientes de materias de color. En las telas siempre aparecía el aerosol, medio que había sido destacado de la primera generación de pintores de la cultura pop consumista (Skrepl incluido). Sin embargo, dejó de controlar con soberanía los cuadros nuevos y más bien se ahogaba en el fango de pastas de variopinta calidad y origen. Como si Skrepl quisiera comunicar que, ante la imposibilidad de eliminar por completo las referencias históricas de gestos y color en los cuadros, no quedaba otro remedio que ensuciar debidamente ambos elementos. Los temas de los cuadros se fundamentaban más en la tradición (bodegones, retratos, etc). Si intentáramos parangonar este proceso con un crossover musical, diríamos que, después de la improvisación en el sitar, ya no sonó el punteo en la balalaica sino que cada tono fue tocado por un instrumento diferente. No vaciló en imitar en la balalaica la guitarra eléctrica para terminar haciéndola sonar como una trompeta. El único nexo con la tradición debía ser garantizado por un género clásico sencillo: ora un vals, ora una polka.
Cuadros así podrán parecer momerías. Mientras opinemos que el objetivo es el sonido del sitar o incluso un vals para sitar, un remedio de este tipo no nos sonará nada bien. Lo admitiremos solamente si reconocemos que el objetivo mismo es permanecer en la frontera entre varias intenciones contradictorias sin llevarlas a un término claro. Tal vez pueda verse en ello el meollo de la opinión de que la pintura de Skrepl ya no es lo que era. Y tal vez también el motivo de la acusación de formalismo y de la obsesión de seguir siendo un autor de cuadros. Sin embargo, como trataré de demostrar en el caso de la exposición en la galería a.m. 180, en ello también estriba el papel fundamental de Skrepl en la trasformación de la actitud checa respecto de la pintura.

Orgía de estructuras y momento de sobresaturación
La historia checa de la plástica queda determinada por el papel de la pintura, igual que en la mayoría de países europeos. Ello no significa que los motivos en los distintos países hayan sido idénticos. Primero, los acontecimientos político-culturales de la segunda mitad del siglo pasado reprimieron el surgimiento de formas de arte diferentes. La busqueda de huellas de desviaciones de las ideologías culturales centrales que se robustece en los últimos años, muchas veces va aparejada con el rechazo de la pintura y del cuadro como el más importante bastión del pasado. Paradójicamente, esto genera una reacción inadecuada por parte de los pintores. Unos se aislan de la sociedad y hablan de sí con la inquebrantable seguridad de ser los elegidos que ven más allá del horizonte de las tendencias y modas. Otros se inclinan por reestablecer las propiedades espectaculares del cuadro, y sucumben a la idea errónea de poder seguir hoy día desarrollando la pintura sin un examen profundizado de las correlaciones en las que nos inscribimos al emplearla.
También cabría decir de los cuadros de Skrepl en a.m. 180 que parecen espontáneos, incontrolados y salvajes. El color viene cubriendo el lienzo de a chorros desde “una distancia pollockiana”. Algunos formatos casi quedan revestidos por una espesa pastosa capa de color. Como si Skrepl no dejara de hacer girar los pinceles por el lienzo hasta el momento en que los colores originales queden mezclados en un tono pardo homogéneo (un antiguo juego infantil con plastilina). Sin embargo, el dilentantismo y el efecto simple tienen consecuencias significativas. Las pinturas de Skrepl llevan años orientadas en contra de la excepcionalidad artesanal de la obra de arte, pero ahora tal vez se centren aun más en el tema del rol social de la pintura, el cuadro y la historia de la plástica.
El dripping, la orientación hacia la monocromía, la “ausencia de color” y la “estructura” son tendencias significativas de la fase final del modernismo y parte de las ideas de época respecto de la autonomía de la pintura. En Chequia culminaron en el curso de los años 60 en la abstracción estructural. Nombres como Piesen y Medek siguen gozando de mucha predilección por parte de los curadores de grandes colecciones de galerías, entre el público y los pintores aficionados. Suelen considerarse piedras fundamentales de la tradición nacional de la pintura. La polémica en torno a la cuestión si se trata o no de una mitologización político-cultural aparece esporádicamente (Jiří y Jana Ševèík, Milan Knížák). De momento no cae en suelo fértil.
No sorprende que los plásticos sientan la abstracción estructural como una piedra indigesta en el estómago. Una postura difundida es la de rechazar sus premisas estéticas. No es así con Skrepl. Pintó para a.m. 180 varios cuadros que “inovan” la pintura estructural utilizando materiales “de hoy” (glitters) y signos de la cultura pop (la sonriente carita el clásico smile, pero ácida). Merced a la morfología de lo informal, constituyen un comentario específico respecto de la relación entre la historia del arte y la actualidad del gusto. Como muchos otros cuadros que llevan dos años llenando el estudio de Skrepl.
Skrepl interviene donde nota una ausencia después de la sobresaturación precedente. Es muy probable que ni le preocupe que la gravedad de tales gestos tengan sus limitaciones en el tiempo. La sobresaturación por determinados tipos de cuadros desaparece y se desplaza en intervalos diferentes. Skrepl se traslada conforme a este movimiento. Entonces, ¿no debiéramos considerar los cuadros de Skrepl como actos políticos?

Un corredor solitario y un rival insistente
En este sentido resultaría difícil buscarle en el país a alguien que le iguale. Algunas veces se le aproximan Petr Písařík, David Adamec, Josef Bolf, y en los momentos más felices Jakub Špaòhel, también. Pero estos acercamientos suelen ser de poca duración. En Skrepl se trata de una búsqueda sistemática de puntos en los que impera una censura estética pública (por suerte no impuesta). El ciclo cerrado en a.m. 180 parece dejar patente que la pintura no necesita como estímulo tanto el “desplazamiento” de los criterios, como más bien el sondeo de lo que precisamente “ahora” es socialmente indeseable y, por ende, altamente subversivo.
Lo que queda por examinar es, por ejemplo, la posibilidad de comparar los cuadros de Skrepl con trabajos anteriores de Jiří Georg Dokoupil. Si bien Dokoupil no explota las doctrinas de la pintura checa, bien podríamos descubrir en él un complemento adecuado de Skrepl. Para ello, sin embargo, la cultura checa tendría que integrar al emigrante célebre en las actividades locales. Por motivos incomprensibles, esto no ocurre. Si así sucediera un día, tal vez quedaría patente que Skrepl no es un maratonista solitario al quien ya no le sale las cosas como antes, sino un excelente corredor en el terreno de la reflexión de la pintura dentro sus límites estéticos momentáneos. Por lo visto, hay soluciones.




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