Revista Umělec 2005/3 >> Warszawa–Moskwa / Moskwa – Warszawa . 1900–2000: líneas paralelas en el siglo pasado | Lista de todas las ediciones | ||||||||||||
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Warszawa–Moskwa / Moskwa – Warszawa . 1900–2000: líneas paralelas en el siglo pasadoRevista Umělec 2005/301.03.2005 Olga Vašinkevič | info | en cs de es |
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La exposición que estudia las relaciones polaco-rusas y ruso-polacas en el transcurso del desasosegado siglo documenta, entre otras cosas, por qué vías y direcciones circulaban entre los países del antiguo bloque soviético las informaciones cercenadas por la censura. Por cierto, también en Chequia notábamos que algunos de los países del campo socialista, de alguna manera, se encontraban más cerca de Occidente. Varsovia - Moscú y viceversa, visto por una periodista de San Petersburgo.
Las peripecias complejas de las relaciones ruso-polacas no son una de las páginas especialmente luminosas de la historia: guerras, el tiempo de Smutnoie vremia (Tiempos difíciles, 1598-1613), la división de Polonia, la delicada “cuestión judía”. En estos últimos años las acusaciones recíprocas giran en torno al número de prisioneros de guerra que padecieron en los campos o fueron víctima de ejecuciones masivas. Al mismo tiempo se omiten por completo las estrechas relaciones culturales, sociales y económicas que unieron ambas naciones a lo largo de muchos siglos. Debe reconocerse que después de la recuperación de la verdadera independencia por Polonia en 1989, las relaciones se enfríaron notablemente. En la prensa y en la televisión prevaleció la imagen de Rusia como un flacucho oso velloso en gorra orejera que estira sus largas zarpas hacia los grifos del oleoducto, eventualmente, en dirección de las fronteras de los nuevos estados que aparecieron. El etiquetado automático de prácticamente todas las intenciones y todos los pasos de Rusia como manifestaciones del síndrome imperial llegó a implantarse como una peculiar moda intelectual y una demostración casi ritual del “europeísmo” recuperado. La idea de organizar la muestra “Varsovia-Moscú / Москва–Варшава 1900-2000” apareció hace unos años casi simultáneamente con la idea de la exposición “Moscú-Berlin” (dicho sea de paso, la idea prácticamente no llamó ninguna atención), pero independientemente de ésta. Sin lugar a dudas, debe su realización a la repercusión universal del grandioso proyecto “París-Moscú / Moscú-París” que tuvo lugar en la capital francesa (1979) y en la capital de la entonces existente Unión Soviética (1981). Se hacían largas colas para ver la exposición considerada como una experiencia magnífica y única. El proyecto de la exposición Varsovia-Moscú etc. se inauguró en noviembre de 2004 en la varsoviana Galería Nacional Zacheta; posteriormente, con algunas modificaciones, se trasladó al edificio de la Galería Estatal Tretiakof en Krimski Val. En Varsovia la muestra tuvo un número récord de visitantes, superando la cifra de 60 mil. El público moscovita también prestó mucha atención al evento, lo que documenta el interés por la cultura polaca. Para muchos, la muestra fue una oportunidad de aclararse las ideas, para otros fue una posibilidad de comparar en ejemplos elocuentes los paralelismos entre el desarrollo de ambas culturas, tan parecidas y, al mismo tiempo, situadas en polos opuestos. En la Unión Soviética, Polonia constituía la única “ventana a Europa”, por la cual el segmento pensante de la intelectualidad podía obtener, más o menos oficialmente, informaciones sobre la vida en Occidente por intermedio de películas y revistas, teniendo que conjeturar lo que la censura de los años 60 no había permitido llegar. Por lo tanto, cuando uno revuelve en casa los viejos discos de gramófono, tiene que dar con Deep Purple y el texto polaco en la cubierta. De ahí la atracción nostálgica de los espectadores que ejercen las instalaciones Cuarto del intelectual ruso de comienzos de los 60, donde se oye un disco de Anna Herman y los anaqueles se ven llenos de libros en polaco, y el Cuarto del intelectual polaco, donde la lánguida voz de Bulat Okudyava evoca recuerdos fugaces y donde la atmósfera parece invitar a sumirse en la lectura de la traducción polaca de Pasternak… En aquellos años, la cultura polaca era considerada como algo verdaderamente occidental y actual que permitía hacerse una idea de la vida “más allá de las fronteras”. La exposición se fijó el objetivo de documentar el diálogo de dos culturas nacionales a lo largo de un siglo que contó con todos los supuestos para ser dramático: las relaciones entre ambas naciones se exacerbaron y, en algunas zonas, adquirieron carácter de rivalidad. La rusofobia polaca es un hecho objetivo, con causas comprensibles. Por otra parte, a los rusos no les gusta que alguien no les quiera bien. Sin embargo, la sangre eslava y la proximidad geográfica son factores sólidos favorables al acercamiento que no pudieron dejar de manifestarse en la plástica. Resulta obvio desde el mismo principio de la exposición, donde pueden verse obras del modernismo ruso y de la “secesión” polaca, es decir una corriente que vinculaba a los artistas de ambas partes —los trabajos de los clásicos rusos Vrubel, Borisov—Musatov, Rerij y Kustodiev junto a obras de de los polacos Stabrowski, Mehoffer, Braz o Krzyzanovski, cuyos nombres nada dicen a los que no tengan relación más directa con la plástica. El concepto de la exposición no recalca exclusivamente los paralelismos polaco—rusos. En la parte dedicada a la vanguardia observamos más bien la recepción de impulsos procedentes de un tercer lado, el francés o el alemán. ¡Sin embargo, el “polaco más destacado” de la vanguardia rusa fue Casimir Malevich! La sección “Reflejos de Malevich” presenta trabajos de artistas plásticos polacos contemporáneos: la conceptual Bicicleta de Malevich con un cubo negro de hormigón en lugar de la rueda delantera de Krzysztof Bednarski, la obra de Marek Sobczik ¿Qué? Ironía, ¿Cómo? Distancias, o Llaves de Malevich de Wlodimierz Pavlak que aprovechan elementos grotescos y en parte ironizan los principios paradigmáticos del padre del suprematismo. La disposición de las dos secciones siguientes no obedece a la secuencia histórica. La afinidad resultante del destino compartido en el campo del socialismo llevó a los polacos y a los rusos a contemplar con idéntico optimismo utópico la construccción de la nueva vida, mientras que la percepción de la guerra, Gran Guerra Patriótica para los rusos, Segunda Mundial para los polacos, era distinta. Si bien el arte soviético de ese tiempo está penetrado por la alegría de la victoria y del máximo esfuerzo, en las obras de autores polacos se nota la creciente tensión y su esencia alberga en mayor medida lo trágico y la melancolía que el sentimiento del desenlace feliz de la guerra. Obviamente, en el arte de postguerra les fue mejor a los polacos. En ese momento, las vías de ambos pueblos se separan radicalmente. No es difícil comprenderlo, en aquel momento los artistas tenían los ojos puestos en Occidente, Norteamérica, que llegaba ser la fuerza dominante en el terreno de la plástica, experimentando un desarrollo impetuoso del pop art, op art y el arte cinético y conceptual. Posiblemente, los criterios de los artistas rusos iban evolucionando inconscientemente en la misma dirección, pero chocaban con el telón de acero. De esta manera, los impulsos llegaban por mediación del arte polaco y -a título general- el de los países de Europa del Este donde el clima político era más suave. Para la cultura no oficial rusa, el arte polaco pasó a ser uno de los escasos indicadores que permitían discernir el rumbo de las corrientes liberales occidentales. En la última década del siglo pasado, salta a la vista la diferencia radical de las vías por las que se movieron los dos países vecinos. Los rusos, por fin, pudieron definir su sistema de valores desde la visión de la historia propia y abordar la reflexión sobre su pasado reciente, como lo hicieron las obras de Boris Orlov Los pechos de la Emperatriz y de Leonid Sokov Stalin y el Oso. La experiencia fue ineluctable para el arte ruso postsoviético. Sin tomar conciencia de la situación y de la identidad propias, el desarrollo quedaría privado de continuidad. En comparación, los polacos hicieron una jugada con la pieza del caballo -sin dejar de ser conscientes de su propia cultura nacional, trataron de insertarla en el contexto europeo y universal. El motivo de esta actitud: tal vez el empeño de evitar seguir cociéndose en su propia salsa, comprensible en un pueblo que tantas vicisitudes había experimentado en el demencial siglo XX. Las exposiciones como ésta son imprenscindibles porque facilitan las comparaciones. Todos nosotros que hoy convivimos en la casa europea común (bien que en rincones diferentes) necesitamos de cuando en cuando, y más que nunca en momentos de culminación de importantes etapas históricas, vernos a nosotros mismos y vernos recíprocamente, para comprender lo que acerca a los pueblos y también lo que los separa. En este sentido, Polonia y Rusia no son ni tienen por qué ser excepciones. Además, somos “hermanos eslavos” y vecinos inmediatos. Si bien nuestra historia abunda en peripecias dramáticas, nunca hemos podido ni podemos ignorarnos recíprocamente. El siglo XX es uno de los más complejos y dramáticos pero también es uno de los períodos históricos más interesantes de las relaciones entre Polonia y Rusia. Dichas relaciones -políticas, culturales- pero también humanas -personales y amistosas- se han ampliado como nunca antes a finales del siglo XX y, tal vez, sean lo mejor y lo más sereno de toda nuestra historia compartida. Al reflexionar sobre una exposición como ésta, se me ocurre una idea completamente trivial: que la nacionalidad no es otra que una coincidencia.
01.03.2005
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04.02.2020 10:17
Letošní 50. ročník Art Basel přilákal celkem 93 000 návštěvníků a sběratelů z 80 zemí světa. 290 prémiových galerií představilo umělecká díla od počátku 20. století až po současnost. Hlavní sektor přehlídky, tradičně v prvním patře výstavního prostoru, představil 232 předních galerií z celého světa nabízející umění nejvyšší kvality. Veletrh ukázal vzestupný trend prodeje prostřednictvím galerií jak soukromým sbírkám, tak i institucím. Kromě hlavního veletrhu stály za návštěvu i ty přidružené: Volta, Liste a Photo Basel, k tomu doprovodné programy a výstavy v místních institucích, které kvalitou daleko přesahují hranice města tj. Kunsthalle Basel, Kunstmuseum, Tinguely muzeum nebo Fondation Beyeler.
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