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Nuestros Museos CercanosRevista Umělec 2009/101.01.2009 Franklin Moreno | museología | en cs de es |
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Cuando un museo, especialmente uno dedicado al arte de calidad, pretende contribuir en los valores culturales y en la identidad de una sociedad, se produce un proceso social al que se vinculan los trabajos artísticos. Esto es debido a que son las relaciones sociales las que generan valor y construyen identidades. Se puede intentar examinar un único o una serie de trabajos artísticos basándose en las primeras calidades o en el clima social que empujó al artista a realizar su obra, pero una faceta importante de lo que constituye la percepción del objeto es la red o redes institucionales por las que se divulga. Es en el proceso estético de percibir un trabajo artístico, y no tan sólo el propio objeto, donde debe ser continuamente evaluado el papel de los museos en el mundo del arte, conjuntamente con otras influencias del mundo artístico, a saber, el mercado artístico o su ausencia. Los motivos económicos personales y los departamentos de cultura, legal, o de relaciones públicas de un museo pueden coincidir, divergir, y también chocar, contribuyendo así en el proceso de cómo un individuo del público podría comprometerse con una obra de arte. La importancia de este proceso aún se intensifica más cuando un museo trata de ejercer sus esfuerzos en una sociedad que lucha contra la violencia y con relaciones políticas y culturales polémicas. Hay redes de museos y de lugares históricos que intentan tratar sucesos y periodos de la historia de su país que continúan suscitando conflictos sin resolver. Por ejemplo, la Coalición Internacional de Museos de Conciencia en Sitios Históricos, compuesta por 17 museos y sitios históricos. Se apoyan los unos a los otros de diversos modos, incluyendo metodologías para promover exposiciones y programas de diálogo, que tracen conexiones entre el pasado de cada sitio y sus repercusiones contemporáneas respectivamente. Una práctica más tradicional ha sido la de vincular prácticas museísticas con proyectos de construcción nacional, que incluyen varias comunidades étnicas y culturales dentro de una perspectiva única de unidad nacional. El Museo Nacional de Antropología de México es uno de los incontables museos que no tan sólo es digno de mención por sus exposiciones de diseño, sino también por las prácticas pedagógicas y las bases teóricas que las guían. Por ejemplo, el Programa de Pensamiento Visual (PPV) de la Fundación Cisneros, es un programa educativo basado en un enfoque constructivo del conocimiento y del aprendizaje, que enfatiza la percepción de la experiencia de cada uno al construir su propia realidad. A través de este enfoque, el PPV va orientado al estímulo y a la creación de técnicas de pensamiento crítico y visual de los estudiantes. En comparación, las prácticas pedagógicas tradicionales intentan explicar el significado y no dejan lugar para el cambio de perspectivas. El proceso estético del entorno de un museo se complica cuando el arte se convierte en parte de un sistema polémico de códigos simbólicos, como en las sociedades de trauma colectivo. El trauma colectivo “es superior a la suma total del sufrimiento individual porque rompe vínculos sociales, destruye identidades de grupo, debilita el sentimiento de comunidad, e implica desorientación cultural cuando el sentido de coger las cosas con permiso se vuelve obsoleto” (Robben 2005). No se trata tan sólo de cómo se relacionan los individuos con el mundo en general, sino de cómo se relacionan y se comunican los unos con los otros, y de cómo ven estas relaciones. Entender equivale a encontrar el significado y el sentido de su realidad, y por eso, de ellos mismos. Ahora, cuando los objetivos de un museo incluyen: “Contribuir al desarrollo cultural y educativo del condado a través de la conservación y la diseminación de nuestro patrimonio artístico, reforzando el conocimiento histórico, reafirmando los valores culturales que forman nuestra identidad y promoviendo nuevos lenguajes artísticos”1. La estética no se refiere a la calidad de un objeto por sí mismo, sino que más bien el proceso de percepción se convierte en un recurso hacia un resultado colectivo. En un país como El Salvador, donde la ley paralizante del “perdona y olvida” continua con sus intentos para tapar los conflictos sociales y culturales que culminaron en 11 años de guerra civil, términos colectivos como “nuestro patrimonio artístico” o “conocimiento histórico”, así como “valores culturales que forman nuestra identidad” encarnan una naturaleza reñida. En consecuencia, el compromiso con el trabajo artístico está parcialmente supeditado a factores sociales muy amplios y también a cómo son transmitidos estos factores por el museo. Consideremos la sesión inaugural de MARTE (Museo de Arte de El Salvador): Puntos Cardinales: momentos clave del arte salvadoreño del siglo XX (2003). Puntos Cardinales, supervisado por Luis Croquer, clasifica sesenta y una pinturas de veintiséis artistas en cuatro secciones: Memoria y Cultura, Retratos y Figuras, Realidad y Fantasía y Entorno y Tema. La exposición se realizó en la galería principal diseñada por artistas salvadoreños. Dentro de la sección Memoria y cultura se expuso la obra de Carlos Cañas titulada “Sumpul” (1984), que es una descripción de la masacre llevada a cabo por los militares. Croquer declara al respecto: “Tal vez, Sumpul sea la pintura más histórica en El Salvador contemporáneo porque documenta un suceso trágico de la historia reciente. La mayoría de la población salvadoreña aún ignoraba la masacre del río Sumpul ocurrido en Chalatenango (…). Cañas reconstruye el suceso sobre lienzo mostrando el asesinato de niños inocentes y de ancianos. La paleta del artista… (y)…la composición…sugiere un paisaje salvadoreño nuevo y desolador. Sumpul evidencia el horror de la guerra y documenta sucesos que no se deberían repetir jamás en ningún momento ni en ningún país.”2 Fue un gran gesto por parte de Marte el hacer referencia en la sección de Memoria y Cultura a la atrocidad ocurrida en Sumpul, pero el lenguaje de la etiqueta y del catálogo que analizan la pintura, oculta los valores de la lucha (culturales y sociales) que desembocaron en guerra civil. El potencial de MARTE para contribuir en el conocimiento histórico, y en los valores culturales que informan a las identidades del país de manera crítica, no es capaz de ilustrar -en este caso- su complejidad, ya que elude a las causas que provocaron este horrible suceso. Lo que nos recuerda un museo, a saber, lo que se transmite al público, afecta a la percepción de un objeto, por lo tanto, a la percepción que la audiencia tiene de él. En 2006, en un momento en que el presidente Tony Saca pronunció un discurso en la inauguración del monumento dedicado a Roberto D’Aubuisson, fundador del partido ARENA, y conocido por organizar los escuadrones de la muerte a finales de los 70 y durante los 80 en El Salvador, ¿qué implicaciones tiene para la memoria y los valores culturales en esta sociedad? El papel que el arte desempeña en la memoria de una amplia escala social, depende de los sistemas de exposición por los que se mueve, pero esto es tan sólo un aspecto de los trabajos artísticos y de la maleabilidad que le prestan las instituciones y los espacios por donde circulan. Es muy importante examinar la influencia y las relaciones que los museos y otras instituciones tienen no tan sólo en el esteticismo del objeto, sino también en el del proceso de percepción entre el individuo y el objeto. No se trata simplemente de leer el texto, sino de cómo leerlo.
1 El Museo de Arte de El Salvador, resumen institucional, sin fecha, 10. 2 Luis Croquer, El Salvador: Panorámica de la Pintura Siglo XX. (El Salvador: Banco Agrícola, 2004), 64.
01.01.2009
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04.02.2020 10:17
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